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Colectividad on line

 

  La red, un espacio "que no es métrico sino político" [1], permite establecer proximidades y distancias entre el "yo" y el "nosotros" a través de dinámicas de software, código y ciclópeas bases de datos.

Producir subjetividad para todos los que acceden a un ordenador conectado a la red tiene nuevas lecturas en la prolongación on line de un nuevo espacio epistémico del ser. Todos "obedecemos a identidades construidas" [2] , ciertamente, sin embargo en Internet esta afirmación cuenta con un contexto especialmente favorecedor y veloz, podemos hacernos y deshacernos más y más rápido, simultánea o consecutivamente, con o sin cuerpo, proyectados o inventados.

Estas nuevas condiciones sugeridas por Internet para la producción identitaria del sujeto también se dan en las formas de identificación colectiva. Las comunidades on line pueden venir definidas por urls, correos electrónicos, chats, ... señales de demarcación movibles que responden a una lógica diferente de la de un territorio físico concreto. Las fronteras son volubles e intercambiables, lo que hoy está en la red mañana puede no estarlo o haber cambiado de dirección. La facilidad para hacerse y deshacerse no es exclusiva de la identidad del sujeto on line sino también de las comunidades en red.

En la identificación colectiva de los individuos se plantea la vinculación que les iguala o que les diferencia y en función de la cual se define al "otro". Al respecto observamos cómo la colectividad en Internet está marcada por un paisaje perceptivo donde se sugieren nuevos interrogantes acerca del destino de nuestras relaciones con el "otro". La posibilidad de dejar el cuerpo atrás excede de tal manera a las posibilidades de una identidad limitada a lo material que ya no tiene sentido hablar de la misma manera del "otro". Si en el "otro" se focalizaba toda desviación de las normas, toda ilegitimación en un contexto de identificación social, la posibilidad de censura queda ahora desmantelada en la pérdida de los referentes físicos y en la posibilidad de falsificación constante. Al respecto, cambian no sólo los valores, también la manipulación de la realidad y su consecuente disyuntiva verdad-mentira, el valor de la información contextual, la posición identitaria del sujeto, los nuevos mecanismos de producción colectiva.

Las identidades en red plantean cambios sin precedentes en la escena identitaria del sujeto. Si revoluciones como el feminismo y el multiculturalismo dieron un golpe de efecto a las nociones sobre la identidad comunitaria, después de Internet lo relativo a la identidad no puede ser ya entendido de la misma manera. Más allá de la subversión de su lógica binaria mediante la tecnología, estaría la complejidad de la desmaterialización para las nuevas formas de constituirnos como sujetos y de relacionarnos, de producir un "nosotros".

No obstante, para que Internet permita una utópica construcción de un "nosotros" y de una sociedad basada en la realización de unos en otros existen algunas dificultades relacionadas con la identidad. Por una parte, un conflicto relativo al concepto mismo de identidad, a su virtualidad. Tal como señala Flusser [3] "yo" significa que otros digan "tú" con este fin". De manera que una sociedad en red (una sociedad de la información) sería una manera para realizar la virtualidad del "yo" en la virtualidad "tú", es decir, para superar la ideología de uno mismo a favor de la realización intersubjetiva. Por otra parte, estaría la dificultad de la cercanía ya no espacial sino temporal. La proximidad desempeñaría, en este sentido, un cometido relacionado con "el número y la intensidad de las relaciones que unen a unos con otros" [4] y no una función basada en la distancia espacio-temporal. Es decir la cercanía se produciría en función del tipo de contacto selectivo, que nos llevaría a terrenos propios de una ética específica. La cercanía de las personas con las que queremos comunicarnos estaría sustentada sobre diversos canales de comunicación, sobre la información que circula entre nosotros. La proximidad sería mayor cuantos más diversos y fluidos sean los canales que comunican a dos personas. Este, sin duda, sería uno de los problemas de la producción de espacios comunes en Internet.

Pero la proximidad tiene otras formas de materializarse en la red. Los dispositivos de comunicación permiten congregar en un mismo tiempo a varias personas, sin embargo surgen varios inconvenientes de cara a la conexión efectiva, a la formación de colectividad. Algunos de estos inconvenientes tienen que ver con la singularidad de Internet y la comunicación a través de interfaces (con la fugacidad de sus contenidos, la velocidad propia del medio, el carácter público, la posibilidad de prescindir del cuerpo y de falsificar/diversificar lo que somos off line ...) pero también con dificultades que siempre han existido en la comunicación entre seres humanos.

En la red tanto la información como la comunicación intersubjetiva se produce entre células individuales, emisores y receptores aislados que contactan entre sí y permiten que la información circule, espacios privados donde se reciben y procesan datos hacia la esfera pública. Sin embargo, un uso efectivo para la acción comunitaria requeriría idear espacios de colectividad donde se facilite la relación intersubjetiva comunicativa, no bastaría sólo con idear dispositivos de conexión. El uso efectivo de Internet para la colectividad recuerda aquella idea de Rheingold en la que planteaba: "la comunicación interpersonal es la piedra angular de toda sociedad democrática. El autogobierno de los ciudadanos, no de los reyes, no consistiría sólo en que aquéllos eligieran a sus representantes en voto secreto, sino también en que estuvieran informados sobre las cuestiones que les atañen y pudieran debatirlas. Eso es la "esfera pública." [5]

En este sentido, Internet como espacio político ha sugerido a muchos la idea de una colectividad utópica constituida como esfera pública compuesta por todos los seres humanos, todos conectados a una gran red. No obstante, si bien la estructura horizontalizada y desjerarquizada del medio incita a lo mejor de nosotros a imaginar ideales estados de convivencia como ése, así como la libre circulación de la información y el desarrollo de una democracia efectiva, graves dificultades se ciernen sobre las luchas políticas a este respecto. Una de ellas sería el hecho de que los sistemas genealógicos sobre los que se está construyendo el ciberespacio siguen repitiendo los patrones de intercambio socio-simbólicos propios de sociedades del pasado. Escondidos tras una estructura desjerarquizada se idean nuevas y más sutiles formas de jerarquización y se dedican esfuerzos a repetir la historia. Los retos para la articulación de una esfera pública efectiva en Internet requieren discursos donde se habite la dificultad de imaginar (y la de no repetir) historias, la dificultad de las posibles (nuevas) formas de crear comunidad, de crear privacidad, la nueva domesticidad, ... los retos políticos comunes.

De hecho, parece obvio que el ámbito del "yo" precisa de lo colectivo, de lo social, de tal manera que, como señala Giddens [6] , los cambios en la esfera de lo privado, de la intimidad deben entenderse en el contexto de cambio de lo público. Esta dependencia adquiere en una sociedad en red una nueva dimensión. El hecho de que lo público y lo privado confluyan en un interfaz que actúa como mediador intersubjetivo otorga a la máquina una cualidad no sólo técnica sino particularmente social. Podemos incluso afirmar que el interfaz conforma nuestra nueva casa, que las paredes son fijadas por la máquina de procesamiento de datos, aun teniendo en cuenta que las paredes físicas en las que se sitúa (cada vez más) esta máquina son la del espacio doméstico, sobre todo si atendemos a un mundo en ciernes de (tele)trabajo inmaterial.

En este contexto, pensemos cómo el sistema de suministro de información mediado por máquinas está cambiando y cómo esta situación suscita mudanzas en la esfera pública atendiendo a la configuración tradicional de los espacios de acción. Ahora tenemos redes digitales de gran capacidad para transportar información y facilitar diversos tipos de relaciones cuándo y dónde queramos, tal como señala Mitchell "el viejo tejido social, ligado mediante una obligatoria convivencia de lugar y de tiempo, ya no es coherente." [7]

Todo ello reconfigura los espacios públicos y los espacios privados y sugiere una dispersión y fragmentación de las estructuras que, en función del género, han ubicado a uno y otro sexo en ámbitos diferenciados. La vivienda es ahora "tan sólo la anamorfosis de un umbral" [8] . Un comienzo que nos introduce en un no-lugar, un espacio de tránsito que también transita, como un aeropuerto portátil, un espacio móvil, temporalmente autónomo, un espacio de protección y también de proyección del sujeto.

 


[1] NEGRI, T.: Arte y multitude, Madrid, Trotta, 2000: p. 16.

[2] NASH, M. y MARRE, D. (eds): Multiculturalismos y género, Barcelona, Bellaterra: p. 14.

[3] FLUSSER, V.: "¿Agrupación o conexión?", en GIANNETTI, C.: Ars Telematica. Barcelona, ACC L'Angelot, 1998: pp. 13-16.

[4] Ibid., 15.

[5] RHEINGOLD, H.: "El futuro de la democracia y los cuatro principios de la comunicación telemática". En GIANNETTI, C. (ed.) : Ars Telematica. Barcelona, ACC L'Angelot, 1998: pp. 22-27.

[6] GIDDENS, A.: Las transformaciones de la intimidad. Sexualidad, amor, erotismo, Madrid, Cátedra, 1995.

[7] MITCHELL, W. J.: E-topía. Gustavo Gili, Barcelona, 2000: p. 19.

[8] VIRILIO, P.: Op. cit. (1988): p. 73.