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> m u j e r y c u l t u r a v i s u a l- NETIANAS
(1) (introducción al mito) Remedios
Zafra Netiana: sujeto posthumano e inmaterial que n(h)ace en Internet. Figuración teorética
alternativa del sujeto en red. Ficción política que rebasa las fronteras
de género y que sugiere nuevas preguntas sobre las formas de ser
y de relacionarnos en el universo on line.
La netiana es una confrontación con lo
dominante. Son varias las autoras
que han animado la creación de mitos como manera efectiva de subvertir
la hegemonía representativa del patriarcado. Las netianas
se proclaman herederas de estos mitos y pretenden ir más allá de
la producción teórica y artística de una quimera. La producción
netiana se hace en el mismo territorio
del discurso al que pretende modificar, el ensayístico. En esta línea, y para
situar nuestra figuración, habríamos de plantearnos algunas interrogantes
que nos ayuden a entender mejor las condiciones que rodean al mito
netiana. En primer lugar, teniendo en cuenta que la netiana es una entidad facticia que se produce en Internet
y que allí no tenemos cuerpo físico con el que interactuar, tal
vez debiéramos comenzar preguntándonos ¿cuáles pueden ser los límites
(si existen) materiales y discursivos del sujeto en la red? Estos
límites en el mundo físico podrían venir establecidos por el efecto
forzado del sexo, tal como sugería Butler en Cuerpos que
importan
[5]
, y de la misma manera que el sexo regula
los términos que materializan los cuerpos se confirma la validez
(o no) de estos atendiendo a modelos hegemónicos heterosexuales.
Pero, cuando las diferencias físicas y sus variables se difuminan
o se anulan mediante la ocultación de los cuerpos podemos vacilar
sobre el lugar que ocupan los límites discursivos y materiales del
sexo en Internet... Los cuerpos ¿qué importan? en un medio donde
el sujeto se produce a través de una interfaz ¿sería este proceso
desmaterializador el propulsor de una
nueva epistemología del sujeto también en lo referente al sexo?
En este caso, parece que el sexo no sería excluido de la esfera
del cuerpo, sino más bien al contrario, el cuerpo sería excluido
de la esfera del sexo, de su materialización ideológica en el género
que, liberado, adopta fórmulas desmaterializadas y no esencialistas. En este contexto, el retorno perturbador
no sería por tanto del sexo al cuerpo sino del cuerpo al sexo. Liberados temporalmente
de los lastres que lo corporal nos plantea, la alternancia de procesos
de desmaterialización y reencarnación
afectaría tal vez a un nuevo horizonte simbólico del que se impregnan
(se hacen) las netianas. En este carácter
reversible propio de la conducta del sujeto on line
estaría, de momento, una singularidad de la netiana
(que se prolonga hasta las ficciones más futuristas donde existen
realidades en conflicto, la orgánica del sujeto físico y la digital
inducida por la máquina). Esta singularidad de la netiana
trataría de la alternancia entre diversas formas de vida propiciadas
por estar o no estar conectado. Por ahora, la vida on line,
sea cual fuere la complejidad-sensibilidad de la pantalla-interfaz
que nos ponga en contacto con otros, es temporal. Las vidas virtuales,
bien mediante avatares de texto o mediante sofisticados cuerpos
de videojuego, tienen una caducidad y precisan de una vuelta periódica
al cuerpo. Nuestros cuerpos netianas (de haberlos) no podrían ser entendidos como una
categoría biológica, sí tal vez como una performatividad,
una nueva variedad de cuerpos-verbo de apariencia múltiple y cambiante
que al enunciarse están ya realizándose. En esta línea surgiría
otra cuestión, si (recordamos a Butler)
la práctica reiterativa y referencial mediante la que el discurso
produce los efectos que nombra nos lleva a pensar en la performatividad
de las normas reguladoras del sexo y, por consiguiente, en cómo
estas propician la materialidad de la diferencia sexual en función
de la hegemonía heterosexual, ¿cómo operaría esta materialidad en
la netiana? El cuerpo, o la corporización
del sujeto, sugiere Braidotti
[6]
, «no debe entenderse ni como una categoría biológica
ni como una categoría sociológica, sino más bien como un punto de
superposición entre lo físico, lo simbólico y lo sociológico»
[7]
. La materialidad de la diferencia
sexual no estaría limitada al cuerpo físico, de la misma manera
que el poder no está concentrado en lugares fijos. De hecho, la
base de la mayoría de redefiniciones feministas de la subjetividad
pone énfasis en la estructura sexualmente diferenciada y corporizada
del sujeto hablante. Para Braidotti, por ejemplo, replantear las raíces corpóreas de
la subjetividad es el punto de partida para iniciar su proyecto
epistemológico del nomadismo,
lo cual nos lleva a observar que para la cualidad nómade de las netianas (cuya identidad sexual y demás características escritas
en el cuerpo, es artificial y potencialmente cambiante) este enfoque
antiesencialista propio del nomadismo sería clave en el enlace de la materialidad de la diferencia
sexual al cuerpo en Internet. Por otra parte, aunque
la materialidad sexual de los individuos está determinada por patrones
hegemónicos heterosexuales en función de los cuáles se vinculan
con las relaciones de poder, el hecho de que en Internet la materialización
sexual sea (permítanme el juego retórico) «desmaterializada» no
nos salvaguarda de esta acción hegemónica del poder, el territorio
máquina-Internet no está exento de este dominio (de hecho, es una
de sus creaciones). Y no lo está pese a habérsenos vendido como
una utópica estructura horizontal y desjerarquizada. De hecho, la
red ha sido entendida por muchas feministas (recordemos, por ejemplo,
a Sadie Plant)
como una oportunidad para la disidencia de la mujer, llevando en
muchos casos a igualar feminización a digitalización. La analogía sería sin
duda sugerente y no puede ser menospreciada, no obstante, las estructuras
horizontales esconden las mismas ordenaciones de poder, más inquietantes
si cabe en cuanto menos visibles. En los medios horizontales se
establecen nuevas condiciones de relación intersubjetiva,
pero también se da una relajación tramposa provocada por considerar
que nuestra posición (en una red rizomática)
es igualitaria a la del resto de sujetos en red. Tal vez ni una
cosa ni la otra, ni es la panacea ni es «lo mismo de siempre». Serían
distintas la forma de resistencia y acción y también las formas
de poder. En este tipo de estructuras, las nuevas articulaciones
del poder podrían ser representadas por formas dispersas, es decir,
por la acción de pequeñas células de poder móviles, menos definidas
pero que pueden ser igualmente eficaces en sus intentos de perpetuar
los sistemas hegemónicos. También en estas formas de articularse
el poder radican las nuevas maneras de constituirse la resistencia
al mismo. Para contrarrestar estas estrategias de dominio diseminado,
Braidotti plantea una gnoseología nómade
radical, «una forma de resistencia al microfascismo,
en la medida en que se concentra en la necesidad de un distanciamiento
cualitativo de la hegemonía, sea esta de las dimensiones que fuere
y aunque sólo tenga un alcance «local»
[8]
. Buscar subjetividades feministas
[9]
que subviertan esta consideración hegemónica
del poder sería en este contexto cuestión prioritaria, así como
convertirlas en lo que Haraway denomina
«oradoras extáticas y alternativas»
[10]
. Teniendo en cuenta que el contexto de ‘cambio
posible’ pero también de ‘alerta al riesgo hegemónico’ tiende, por
la propia estructura del poder, a desplazar la balanza hacia la
alerta que advierte, en palabras de Braidotti:
«(e)l presunto triunfo de la alta
tecnología no se ve correspondido con un salto de la imaginación
humana encaminado a crear nuevas imágenes y representaciones. Más
bien al contrario, lo que veo es la repetición de temas y clichés
muy antiguos, disfrazados de nuevos avances tecnológicos. Esto demuestra
que hace falta algo más que una máquina para alterar verdaderamente
los modelos de pensamiento y hábitos mentales»
[11]
. Bajo esta demanda n(h)acen las netianas. Las Netianas en la práctica artística ciberfeminista En el arte propio de la red, como en el mito netiana,
se percibe un interés activo por la deconstrucción
más característica de una acción feminizadora.
Desde el origen del ciberfeminismo y el
trabajo de las VNS Matrix pasando por las Internacionales Ciberfeministas
lideradas por las OBN, la visión de las artistas ha sido fundamental
para el ideario ciberfeminista. Las nuevas posibilidades de trabajo (tanto de producción como de distribución)
brindadas por Internet permitieron a las artistas la creación de
redes autónomas independientes de las estructuras jerárquicas propias
de la institución-Arte. Por otra parte, la crítica a las lógicas
lineales y excluyentes características de los discursos esencialistas
tiene en los nuevos lenguajes de la red (basados en estructuras
horizontales, fragmentadas e hipertextuales)
una posibilidad de acción subversiva sin precedentes. No obstante, tal vez
el aspecto más interesante de la vinculación del trabajo creativo
a la lucha política ciberfeminista venga
del lado de la nueva responsabilidad de la creatividad en la época
contemporánea en relación a la construcción de identidad (de ahí
que las netianas se produzcan también
en una intersección artística y ciberfeminista).
Una nueva responsabilidad que nos hablaría de producción inmaterial,
de la producción de deseo, de significado, de la producción de afectos
y emotividad. Responsabilidad que se materializaría además en el
uso de las industrias de la subjetividad para la construcción de
dispositivos de colectividad y experiencia, donde se puede suscitar
la inclusión y en su caso la crítica del resultado de construcción
de identidad. De otro
lado, no podemos olvidar que las políticas de producción de identidad
vendrían determinadas por las nuevas condiciones para la producción
del sujeto en un mundo en red, donde lo que somos es siempre facticio
y el código produce identidades de usar y tirar. En esta línea, si consideramos las prácticas creativas como dispositivos
de construcción crítica de subjetividad y sociabilidad, estas pueden
actuar como un importante instrumento, tal vez la más efectiva de
las herramientas feministas que podamos imaginar. La práctica artística de las mujeres a través de las
tecnologías desempeña un papel conocido dentro de nuestra cultura
actual. Las mujeres artistas han sido pioneras en la producción
artística con nuevas tecnologías. En ellas han visto una menor carga
simbólica que en las prácticas y técnicas tradicionales. De hecho
en los primeros años del net.art, también al principio del ciberfeminismo, este era sin duda el aliciente: aprovechar
el carácter novedoso del medio, transitar el erial con todo lo política
y socialmente inquietante de los espacios por hacer, de los dispositivos
por dar forma política y social. Sin embargo, ese lado estimulante
tenía a su vez algo de peligroso (la sombra de la falta de creatividad
que supone la repetición hegemónica). En este contexto, vamos a
establecer una analogía entre el net.art y el ciberfeminismo, no
es vana, no para situar nuestro mito. Ambos orígenes y trayectorias
están cargadas de coincidencias y pueden resultar sugerentes para
acercarnos a la ficción netiana. En primer lugar, un aspecto común sería el gran interés con que los net.artistas y las
ciberfeministas se enfrentan al medio
y a la estructura horizontal de la red. Internet como espacio político y como estructura desjerarquizada ha sugerido
a muchos la idea de una colectividad utópica, constituida como esfera
pública compuesta por todos los seres humanos, todos conectados
a una gran red. No obstante, si bien la estructura horizontal del
medio incitaba a lo mejor de nosotros a imaginar ideales estados
de convivencia como ese (libre circulación
de la información y desarrollo de una democracia efectiva), graves
dificultades se cernían sobre las luchas políticas a este respecto.
Una de ellas sería el hecho de que los sistemas genealógicos sobre
los que se estaba construyendo el ciberespacio seguían (siguen)
repitiendo los patrones de intercambio sociosimbólicos
patriarcales. Escondidos tras una estructura desjerarquizada se
idean nuevas y más sutiles estrategias de jerarquización
y se dedican grandes esfuerzos a repetir la historia, a mantener
las mismas formas de poder en lo social y también en lo artístico. En segundo lugar, los continuos intentos por evitar inscripciones y metodologías
propias de una lógica logocéntrica del
discurso y, en consecuencia, los constantes rechazos a su autodefinición.
El ciberfeminismo
esquivaba «las trampas de la definición con diferentes actitudes
hacia el arte, la cultura, la teoría, la política, la comunicación
y la tecnología —el territorio de Internet—»
[12]
. Las ciberfeministas
dedicaron varias sesiones de trabajo en la I Internacional Ciberfeminista
de Kassel a debatir la cuestión, teniendo
en cuenta que el encuentro se desarrolló dentro del Hybrid Work Space de
la Documenta X no puede pasarnos desapercibida la profunda vinculación
artística de las bases y propuestas de los encuentros ciberfeministas.
Concretamente lo que surgió de estos debates fue un intento de definir
el término por rechazo (recordemos las famosas 100 Antítesis de
las OBN). En esta línea, «la (auto)definición
puede ser una propiedad emergente que surja de la práctica y cambie
con los movimientos de deseo y acción. La definición puede ser fluida
y afirmativa-una declaración de estrategias, acciones, y objetivos»,
indicaba Wilding
[13]
. En sus manifiestos dejaron constancia
de un elemento fundamental para esta dificultad conceptual y también
para la acción política más efectiva, decían: «se puede crear una
solidaridad crucial en el hogar de la diferencia —la solidaridad,
más que la unidad o el consenso— la solidaridad como base para una
acción política efectiva»
[14]
. De otro lado, la resistencia
a la inscripción desde el net.art tendría
mucho que ver con el ciberfeminismo, sobre
todo en sus pretensiones políticas. Sin ir más lejos, en un principio
el net.art se presentaba como una práctica artística donde se
revivían las esperanzas emancipadoras del arte de las vanguardias,
donde el arte parecía haber llegado (por fin) al medio ideal para
su democratización y disfrute. El net.art
se posicionaba, a su vez, como un signo de autorreflexividad
de la época de los medios, en términos de resistencia, un «nuevo
campo social donde arte y vida estarían unidos», apuntaba Rachel
Greene
[15]
. Así. Internet se concebía como
un espacio que facilitaba una alternativa real y crítica a las estructuras
físicas y a las dinámicas de funcionamiento de la institución-Arte
(con todos los lastres que esta representaba). De hecho, en una
primera lectura, lo que uniría bajo el nombre de net.art
habría sido concretamente el medio técnico y la apropiación de las
singularidades ontológicas de la red (algunos han proclamado que
justo lo que más interesa del net.art
es Internet o, cuando menos, lo que sobre Internet advierte). Sin embargo el net.art no se caracterizaba solamente por lo que de «nuevo»
tenía sino que ha coincidido con otras prácticas artísticas que
le preceden en propósitos, tales como la lucha política por lograr
la conversión de los medios en instrumentos para la democracia y
la creatividad y no en «mecanismos de opresión simbólica»
[16]
. En este sentido, podríamos decir
que, como el mito netiana o como el ciberfeminismo, habita un territorio de tradición crítica,
en este caso dentro del resto de prácticas artísticas del siglo
XX con las que se establece una relación de intercambio que refuerza
su carácter abierto. De la misma manera, el net.art
se verifica todavía heredero, no sólo de la crítica a la institución-Arte
y a los sistemas convencionales de exposición y distribución artística,
también de los cambios suscitados por la pérdida del aura y la fácil
reproductibilidad de las obras, por el
cuestionamiento de muchas ideas propias del arte de los objetos.
Heredero también de las mismas contradicciones en su relación con
el mercado. No sería nueva pues esta intencionalidad que aparece
en Internet (y que hemos visto también en otros medios) y sobre
la que muchos artistas han basado su trabajo crítico y activista.
De hecho, parece condenada a aparecer y, si hacemos caso a la experiencia,
condenada también a ser neutralizada por las condiciones de supervivencia
del artista y por el establisment de la institución. Sí sería nuevo, sin embargo, el ciclo que suscita una manera de organizar
nuestra forma de conocer y experimentar el mundo a través de las
imágenes y la máquina. Sería nueva la confluencia simbólica de los
espacios afectados por la desubicación que opera la interfaz, no sólo el espacio físico
delimitado como público o privado sino también las esferas de producción,
recepción y distribución, hasta entonces limitadas a territorios
diferenciados. Nueva también esta forma de experimentar el
mundo que irradia la cultura de los medios, en cuyo contexto se
produce Internet, y en cuya trama hemos de plantear toda reflexión
sobre el net.art y también sobre las netianas.
Una experimentación donde la sensación de pensamiento veloz sería
desmantelada por el descubrimiento de una estructura (no reflexiva)
repleta de ideas preconcebidas. Así, el net.art
ha actuado como una forma de resistencia, una resistencia que desestabiliza
la crisis a la que los medios someten a la esfera de producción
cultural y al pensamiento. En esta línea, podríamos
identificar los primeros propósitos del net.art
como práctica política como propósitos «netianas».
El net.art operaba subversivamente ante
la velocidad de los medios y la imposición del capital, sugiriendo
y visibilizando las estrategias de repetición y homogeneización
del mundo a través de los mismos. De hecho, desde las prácticas
artísticas de la red se reivindicaba una transformación paralela
de las instituciones que gestionan la recepción y distribución del
arte. De esta forma, uno de los rasgos a tener en cuenta sería la
disolución on line de estos
espacios de producción, recepción y distribución (estudio, galería,
museo...) y, por tanto, la disolución de las adscripciones que estos
tenían al artista hombre
(con lo que ello supone para la reivindicación feminista). Pero la máquina-interfaz donde se produce el net.art
y donde se inspira el ciberfeminismo se
ha posicionado no sólo como territorio de recepción estética, distribución
y producción artística, sino que además se ha convertido en instrumento
para la producción de subjetividad, en «rostro vacío» donde se produce la identidad, donde se hacen netianas. Si tenemos en cuenta que Internet funciona como
un nuevo agente especulativo de la identidad y de otras formas de
avenencia de la diversidad (formas no esenciales, desmaterializadas,
fluidas y periféricas) observamos cómo estas condiciones conformarían
unas prácticas artísticas que no se establecen como mecanismos de
reproducción de la vida sino como medios de producción de nuevas
formas de vida. De hecho las netianas
no podrían entenderse sino en este contexto productivo. Por otra parte, esta
cercanía sugerente y cómplice entre net.art
y ciberfeminismo no puede obviar la relación entre algunos de los fracasos de ambos fenómenos.
Si del net.art podemos mencionar
su conflictiva y contradictoria relación con las instituciones,
del ciberfeminismo podríamos hacer referencia a la desilusión
por apenas poder introducir sus debates en foros no específicos,
más allá de los grupos feministas. La crítica-dependencia
del net.art hacia las instituciones y
la tendencia a no arriesgar demasiado en sus reivindicaciones (no
sea que se le vuelva encima como una estrategia
fatal y que por fin, después de tanto fingir que se moría, el
arte y el artista pasen de verdad a la historia) le ha llevado,
por una parte a claudicar a la conversión de muchas obras en piezas
estancas de galerías y museos y, por otra, a que algunas de las
instituciones que habían apostado por estas prácticas hayan rechazado
o clausurado sus proyectos de producción y promoción de net.art,
por no considerarlos ya válidos u oportunos para sus espacios. Esta situación ha obligado
a que muchos net.artistas hayan cedido a la escritura de una historia
convencional, a la solicitud de sus obras para formar parte de colecciones
de museos y centros de arte. Tal vez este sea un gesto de normalidad
(cuando menos, dando un vistazo a la historia del arte no nos sorprende),
de hecho, se viene repitiendo periódicamente a lo largo de todo
el siglo XX con todo tipo de prácticas artísticas que dejan de estar
a «la última». Cuántas veces hemos visto que para «no estar» primero
hay que «estar», aparecer para anunciar la desaparición, teniendo
en cuenta que desde hace unas décadas «aparecer» como «ser» supone
«estar» en los medios y sólo desde ellos anunciar la marcha. No obstante, no deja de llamar nuestra atención
que una de las singularidades de estas prácticas (su carácter abierto)
sea neutralizada por su conversión en prácticas artísticas «convencionales»
y, por otra parte, que una de las ventajas del net.art
(su acceso y distribución pública y gratuita en el mismo espacio
donde se produce) tenga en algunos casos como respuesta la privatización
(y elitización) mediante intranets
o adaptaciones «objetuales» del net.art
listas para ser vendidas o expuestas según la norma (Allí donde crece el peligro...). De otro lado, en el
ciberfeminismo, se produce un desencanto de otra índole pero
que también parece restarle eficacia. Se trataría de que su infiltración
en los estamentos que el poder crea para su legitimación pública,
no haya logrado modificar a estos estamentos y, en muchos casos,
ni siquiera haya logrado entrar. Este último sería el caso de algunas
frustraciones del debate ciberfeminista, convertido en minoritario cuando por su carácter
político debe ser público y lograr afectar en la sociedad (no sólo
en colectivos ya concienciados). Recordemos lo acontecido en junio
de 1996 cuando Anne de Haan envió el irónico manifiesto
The vagina is the boss
on the Internet
(La vagina es el
jefe de Internet) a la prestigiosa lista de correo sobre net.crítica Nettime, con intención de generar un debate abierto sobre
el mismo. En breve los moderadores de la lista animaron a las interesadas
a llevar el debate a las listas especializadas en feminismo. Cuestión
que se repite con otros debates feministas que cuando se intentan
sacar de los círculos donde se generan, son devueltos por sus responsables
al contexto del que salieron. Esta limitación invalidaría la eficacia
de muchas acciones feministas y de cualquier otra lucha política
cuya pretensión pasa por ejercer cambios en la sociedad. Vemos que en ambos
casos se trata de dificultades generadas por sus respectivos intentos
y estrategias de infiltración y cambio (ya sea a través de las instituciones
en el caso del net.art, como a
través de los foros públicos no específicos en el caso del ciberfeminismo).
Estrategias que no logran modificar, a veces incluso ni siquiera
acceder a aquellos espacios en los que penetran. Este sería un reto
aún pendiente en ambos contextos. Esta posibilidad de
infiltración no es sino un intento por cruzar fronteras, una tentativa
que nos devuelve a las primeras relaciones que establecíamos en
nuestro acercamiento a las netianas a
través de la analogía entre ciberfeminismo y net.art. Recordemos
cómo la singularidad creativa de la netiana
que habita en Internet (ficción ciberfeminista)
es la creatividad del que «cruza un límite» cuyo rebasamiento
no sólo nos permite llegar a tiempos y espacios diferentes, también
cruzar los límites del mismo cuerpo, las fronteras del mismo rostro
y los límites de los objetos. ¿Acaso el net.art, ese estado intermedio entre el arte de los objetos y el arte «que
vendrá» no deviene también mujer en ese estado creativo? ¿Acaso
el arte, en la era de la deslocalización
y la digitalización, no está donde ha estado la mujer históricamente,
donde se sitúa la feminidad y el cuerpo desaparece, donde la digitalización
y las redes convierten la práctica artística net.art
en práctica deslocalizada
[17]
? Puede que, en este
contexto, el net.art devenga netiana,
o puede que ambos (net.art y netiana)
coincidan en el anuncio de algo que está por venir y que ellos advierten.
Puede que, como apuntaba Benjamin, cada
estación lleve en sus últimas creaciones una señal secreta de las
cosas futuras, y quien aprendiere a leerlas no sólo podría conocer
anticipadamente algo de las nuevas corrientes artísticas, sino también
de los nuevos códigos, de las guerras por venir, de las nuevas revoluciones.
La netiana, esa entidad facticia que se
opone a lo dominante, esa nueva figuración que advierte sobre lo
que la red supone para el sujeto contemporáneo mujer en una época
de deslocalización, se «alza» irónica bajo las yemas de vuestros
dedos, quien aprendiere a «leerlas» tal vez pueda advertir algo
sobre las nuevas maneras de «ser» y «hacer» mujer en el futuro on line que nos espera. Del cielo Internet
a, b, c, d... de las netianas B) Internet por sí sola no facilitará la emancipación de la mujer, ni
siquiera una nueva representación de la mujer. Para lograr una nueva
representación de lo que somos precisamos un importante esfuerzo
de igualdad sexual y un constante ejercicio de imaginación e ironía.
El éxito de la tecnología sólo puede ir unido a un cambio en las
maneras de pensarnos. A) La inspiradora
consideración simbólica de la horizontalidad de las estructuras
en red igualando feminización a digitalización no debe menospreciarse.
No obstante, no podemos obviar que los sistemas genealógicos sobre
los que se está construyendo el ciberespacio siguen siendo eminentemente
masculinos. Las
netianas advierten del mantenimiento (soterrado o explícito)
en Internet de los ejercicios de poder y vulnerabilidad basados
en dichos sistemas, y de ello se deriva una dificultad añadida,
el uso de lo nuevo como bandera de un cambio ficticio, modificar
la apariencia y ampliar la velocidad para seguir repitiendo las
viejas formas y los viejos lenguajes de poder, los mismos estereotipos
y asignaciones sexuales, acentuados más si cabe por la liberación
libidinal que da el anonimato y la estrategia
homeostática que la sexualidad heterosexual masculina en crisis
proyecta en la red. C) La inmersión en
el mundo virtual tiene su precio. Internet puede ser tan singular
como repetitivo, tan heterogéneo como homogeneizado, tan violento
como aburrido. Bajo la apariencia de Internet como un medio eminentemente
democrático se deslizan las mismas estrategias de poder de una parte
de la humanidad sobre la otra. El desafío netiana
se plantea la necesidad de articular nuevas alianzas entre la mujer
y la tecnología que subviertan estas estrategias, nuevas redes donde
prevalezcan el carácter público de la información, la accesibilidad,
el debate crítico y el tiempo, la participación colectiva y la resistencia
a la producción de netianas «fabulosas».
No sin motivo, para las mujeres estar en Internet ha tenido desde
sus primeros años un valor añadido, la sensación de que los espacios
por hacer ofrecen más posibilidades para la no repetición de los
viejos modelos de jerarquización social, más posibilidades para imaginar las
nuevas condiciones creativas, sociales y políticas de un mundo en
red. E) Si todo proyecto de emancipación
contemporáneo precisa una revolución científica y técnica anterior,
toda propuesta efectiva de emancipación a través de
la tecnología ha de pasar por estrategias de infiltración y modificación
del poder (sería clave netiana). Las netianas
reivindican la presencia de la mujer no sólo como usuaria de tecnología
sino, de manera especial, como participante activa en las políticas
de producción y distribución del hardware y del software y en las
políticas sociales y educativas vinculadas a la misma. J) El talante rizomático de Internet, propio
de una red de comunicación horizontal y desjerarquizada, nos lleva
a considerarla como un medio propicio para la producción de nuevas
formas de subjetividad, fluidas, periféricas, posthumanas... La
posibilidad de establecer relaciones intersubjetivas
a través de un interfaz plantea para el sujeto la posibilidad de
«maquillar(se)» y anular o multiplicar
su rostro (se apunta entonces a un territorio familiar para la considerada
feminidad de las mujeres). En ese trance las asignaciones estereotípicas
quedarían desmanteladas en su estructura más elemental: la física
(sugiriéndose la edad, la raza, el sexo... como algo contingente
y provisional). En los territorios Google,
chat, blog, web,
e-mail..., habitaciones similares por donde pasan las netianas,
se estimularía la liberación de nuestras energías subjetivas allí
donde las interferencias entre los discursos pasan a convertirse
en ámbitos productivos para la subjetividad. H) La emancipación de la mujer en las sociedades avanzadas ha ido acompañada
de un mayor acercamiento a los ámbitos donde históricamente se ha
detentado el poder. En el caso de la tecnología (cuyo acercamiento
ha estado normalmente mediado por el trabajo) está motivado por
la incorporación laboral de la mujer a ámbitos distintos a los de
la mera acción repetitiva mediada por máquinas (maquiladoras, tecleadoras
y engranajes en los niveles más bajos de las cadenas de producción)
y por el aumento del trabajo inmaterial mediado por redes de comunicación
(teletrabajo). Esta emancipación de la
mujer a través del uso tecnológico tiene distintas lecturas. De
un lado, la determinación de distintos roles de los sujetos en función
de su género (partiendo de su consideración como productores propia
de un sistema capitalista) facilita la producción y el mantenimiento
de los estereotipos de hombres y mujeres y las asignaciones que
los sistemas tradicionales quieren conservar. Por otra parte, la
reconfiguración de los espacios donde
convencionalmente se han desarrollado y diferenciado las actividades
públicas de las privadas, motiva la necesidad de repensar ambas
esferas ahora unidas en un espacio donde también confluyen la producción,
recepción y distribución de conocimiento. L) Las tecnologías son producto y propósito de espectros del poder codificados
cultural y socialmente, están fuertemente reguladas a nivel ideológico
y también cultural. Estos espectros forjados y fortalecidos durante
siglos de patriarcado forman parte de las tecnologías y también
de nuestras identidades y de nuestros cuerpos. Asistimos a un momento
de desajuste entre las posibilidades que Internet plantea (las que
imaginamos) y la realidad (espectral) que nos es dada. Sin embargo,
este desajuste no tiene su origen en el mundo virtual y sus responsables
no son avatares de internautas ni netianas
Microsoft. Enfrentar este desajuste requiere generar «tiempos»
que resistan la velocidad de los medios, «tiempos» que nos ayuden
a deconstruir el «fantasma» que envuelve
ya, como pátina endurecida, las estructuras físicas y sociales donde
se piensa y produce la tecnología. K) En un momento en que resultan incontrolables las transformaciones
de las estructuras familiares y sociales por la convivencia de distintas
culturas y realidades dentro y fuera de Internet, la cultura en
red se esboza clave para el desarrollo de un pensamiento crítico
y creativo sobre lo que podemos ser y hacer en el mundo. Uno de
los retos que en esta línea se plantean las netianas
supone facilitar la creación de fusiones netartianas
como una más íntima cooperación del compromiso político feminista
con la mejor creatividad e ironía de las producciones (antes artísticas)
que todos los conectados podemos ya idear y hacer públicas. El net.art más político y las netianas más míticas parecen además coincidir en el anuncio
de un tiempo que esta por venir y que ellos advierten. *** Puede haber en el alma de las netianas matices más intensos, escondidos y prodigiosos que
los colores de una puesta de sol reflejada en el cristal de una
prisión. Ninguna combinación arbitraria de palabras podrá representar
con rigor esos colores, aunque tal vez en los intersticios digitales
de su ambigüedad pueda sugerirles leves destellos de su intensidad
como sujeto, de su deseo y de su destino al n(h)acer
mujer en Internet.
[18]
[1]
ZAFRA,
R.: Netianas. N(h)acer mujer en Internet.
Madrid, Lengua de Trapo, Colección Desórdenes, 2005.
[2]
Los
animales se dividen en (a) pertenecientes al emperador, (b) embalsamados,
(c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g)
perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se
agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel
finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper
el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas. BORGES, J. L.: «El
idioma analítico de J. Wilkins», en
Otras inquisiciones (1952), Madrid, Alianza,
1997, pp. 154-161.
[3]
HARAWAY,
D.: Ciencia, cyborg y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Madrid,
Cátedra, 1995.
[4]
BRAIDOTTI,
R.: Sujetos nómades, Barcelona, Paidós, 2000.
[5]
BUTLER,
J.: Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales
y discursivos del «sexo», Barcelona, Paidós,
2002, pp: 17-18.
[6]
BRAIDOTTI,
R. (2000): Op. cit.,
pp. 29-30.
[7]
Ibid.
[8]
Ibid., 31-32.
[9]
«La gran cantidad de términos de que disponemos
para describir esta nueva subjetividad feminista de la mujer es
elocuente: Monique Witting decide representarla
a través de lo "lesbiano"; Judith Butler
se hace eco de esta idea al hablar de una "política paródica
de la mascarada", otras, citando a Nancy Miller,
prefieren describir el proceso como "devenir mujeres",
en el sentido de los sujetos feministas mujeres de otra historia.
De Lauretis habla del sujeto "excéntrico”;
también se han descrito las subjetividades feministas alternativas
como "compañeras de viaje" en un estado en tránsito,
de paso. O como los "otros inapropiados" o como sujetos
"poscoloniales" [...]. En estos últimos casos, se analiza
el género en relación con otros asuntos geopolíticos atendiendo
a los vínculos feministas trasnacionales», en BRAIDOTTI,
R. (2000): Op. cit., pp. 27-28.
[10]
Señala
Donna Haraway que precisamos figuras feministas de humanidad que
sean capaces de enfrentarse a la figuración literal, figuras de
resistencia que «estallen en enérgicos nuevos tropos, nueva figuras
de dicción, nuevos términos de posibilidad histórica. Para que
tenga lugar este proceso en el punto de inflexión de la crisis,
donde todos los tropos vuelve a girar, necesitamos oradores extáticos»
(HARAWAY, D.: «Ecce homo, Ain’t (Ar’n’t) I a woman and inappropiate/d others. The Human in a Post-Humanist Landscape», en BUTLER, J.
y SCOTT, J. (comp.): Feminists
theorize the political, Londres y Nueva York, Routledge, 1992,
p. 86).
[11]
BRAIDOTTI,
R.: Cyberfeminism with a Difference, www.let.uu.nl/women_studies/rosi/
[12]
WILDING,
F.: ¿Dónde está el feminismo en el ciberfeminismo?,
www.2-red.net/habitar/
[13]
Ibid.
[14]
Ibid.
[15]
GREENE,
R.: “Web work: a history of internet art” en ARTFORUM International, nº 9 May 2000., pp. 162-167, 190.
[16]
BOURDIEU,
P.: Sobre la televisión,
Anagrama, Barcelona. 1997, p. 11.
[17]
«La
cuestión es entonces hasta qué punto puede el arte ser dislocado,
deslocalizado [...]. Hemos pasado de
la dislocación espacial —en el arte abstracto y el cubismo— hasta
la dislocación temporal que ahora está en curso. Esto representa
la virtualización en su misma esencia: la virtualización
de las acciones "mientras suceden" y no simplemente
de lo que ya fue, recordando la idea de Barthes.
No es la virtualización de la fotografía, de la reproducción o del
cine; no se produce ya en tiempo diferido, sino en tiempo real»,
en VIRILIO, P. y DAVID,
C.: «Alles Fertig:
se acabó (una conversación)», en Acción
Paralela, número 3, Cuenca, 1997.
[18]
Fragmentos
extraídos y revisados del original: ZAFRA, R.; Netianas. N(h)acer mujer en Internet.
Madrid, Lengua de Trapo, Colección Desórdenes, 2005. |
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