volver
> m u j e r y c u l t u r a v i s u a l- Review LO
QUE DECIMOS FUE, LO QUE NO QUISO SER Y LO QUE QUEREMOS DEL CIBERFEMINISMO Remedios Zafra Todo ejercicio que pretenda una aproximación crítica a un fenómeno plural como el ciberfeminismo corre el riesgo de sucumbir a la simplificación de su idealización histórica. Intentemos, a modo introductorio, neutralizar esa tendencia con cierta dosis de ironía, de arbitrariedad, si quieren -advertida- y, en todo caso, previniendo de una posición en el discurso, de quien, como mujer, habla y se interroga sobre las mujeres en el ciberespacio. Bajo esta premisa tengo la sensación de que en Internet primero tal vez fuimos exiliadas (de nuestros cuerpos y del mundo real). Algunos definen el exilio como "estar triste y estar lejos", no fue el caso, pues para nosotras el exilio en Internet tuvo un comienzo festivo. Los años noventa y el activismo ciberfeminista dieron cuenta de ello y del mundo utópico que presentíamos en la Red. En el erial virtual quisimos huir de los lastres del patriarcado que advertimos difuminados y menos serios. Al final resultó ser un espejismo y, aunque nuestra ilusión era incombustible, la utopía fue perdiendo energía. Nos vimos entonces obligadas a entrar como inmigrantes porque lo hicimos percibiendo que aquel territorio no era nuestro, que estaba escrito y leído en masculino -eso que llamaban "tecnofobia femenina" y aquello otro del analfabetismo digital particularmente obcecado con nosotras, tenían mucho de mito, pero también de realidad y acentuaron ese sentimiento de extranjería. Para la red trabajamos sobre todo como secretarias y tecleadoras, a veces incluso lo hacíamos desde casa, teníamos tiempo para "tantas cosas" que no nos importaba apretarnos un poco más. Paralelamente también fuimos turistas. Nos prepararon playas con frecuencia de color o contenido rosa, espacios "para mujeres" donde consumir compulsivamente y hablar de moda, amor o de nuestros hijos con mujeres de otros lugares a las que nunca habíamos visto. No formábamos parte de los nuevos sistemas de prestigio on line, para eso estaban ellos (ingenieros soft y hard -ware, jóvenes triunfadores que convirtieron su afición de garaje en negocio millonario, empresarios (punto)com, "old boys", bloggers del momento y otros líderes de opinión). Nosotras seguíamos allí-aquí, en la Red, pero habitualmente a un solo lado de la máquina y en círculos devaluados, con frecuencia "sólo para mujeres". En todos esos escenarios nos encontramos con unos puntos suspensivos (...) y un: "Esto no puede ser todo". Muchas cosas aprendimos en esta deriva, y no es que tuviéramos una revelación colectiva sobre lo que "queríamos ser en el ciberespacio", pero algo teníamos claro: lo que "no queremos ser" en Internet. Y no crean que es poca cosa
En el "érase
una vez", Internet parecía estar cargado de nuevas posibilidades
y desafíos para las mujeres. Su estructura horizontal esbozaba
un panorama desjerarquizado repleto de atractivos para la acción
social y el feminismo. De manera que estar en la Red tuvo desde el
comienzo de la socialización del medio un valor añadido
para nosotras, la sensación de que los espacios por hacer ofrecen
más posibilidades para la no-repetición de los viejos
modelos de jerarquización social, más posibilidades
para imaginar las nuevas condiciones creativas, sociales y políticas
de un mundo en red. En relación al ciberfeminismo, con frecuencia
situamos el "érase una vez" de sus debates a principios
de los noventa cuando, prácticamente de manera simultánea,
aparece reseñado en los trabajos del grupo de artistas VNS
Matrix, y en los textos de Sadie Plant. En ambos planteamientos hallamos
varias similitudes. Sadie Plant asocia el ciberfeminismo a la íntima
y subversiva "relación entre mujer y tecnología".
Desde esta perspectiva lo define como "una insurrección
sobre parte de las mercancías y materiales del mundo patriarcal,
una dispersión", una emergencia distribuida hecha de enlaces
entre mujeres y mujeres, mujeres y ordenadores, comunicaciones, enlaces
y más conexiones.
No es en absoluto
casual que en la gestación del ciberfeminismo y, muy especialmente,
en los debates políticos sobre representación e identidad
en Internet, hayan tenido gran protagonismo las artistas y los contextos
creativos. No es baladí, teniendo en cuenta que en los espacios
facticios de la representación y la artificialidad como el
arte y la ficción podemos visibilizar pero, sobre todo, hacer
convivir, las contradicciones de la enunciación y sus inestabilidades
como proceso dinámico cuando nos rebelamos contra la identidad
estereotipada. Visibilizar estas contradicciones es posible en el
territorio de la artificialidad, donde el cuerpo se encuentra ante
la paradoja de ser símbolo y ser cuerpo simultáneamente,
de sostener al sujeto como fragmento de lo facticio. 3 SER SÍMBOLO Y SER CUERPO -POLÍTICAS DE IDENTIDAD ON LINE- La vinculación
del trabajo artístico a la práctica política
ciberfeminista no fue exclusiva de su metodología. Encontramos
otra confluencia crucial en la nueva responsabilidad de la creatividad
en la época contemporánea, en relación a la construcción
de identidad, la producción inmaterial, la producción
de deseo y de significado en la Red. Responsabilidad que se materializaría
en el uso de las industrias de la subjetividad para la ideación
de dispositivos de colectividad y experiencia que permitieran la inscripción
y crítica del efecto de construcción de identidad. Sin embargo, que
el ciberespacio opere como territorio cuyas circunstancias favorecen
un mayor potencial crítico para una práctica post-género
sea anunciado con fuerza por la práctica artística,
tiene hoy varias puntualizaciones posibles. Una primera cuestión
a tener en cuenta sería el de la identidad liminar que se genera
en la pantalla donde las figuraciones simbólicas e imaginarias
nos sustituyen en el ciberespacio, en tanto nos representan. Como
tal, esas figuraciones operan como límite y tienen una función
definitoria que sitúa y a la par protege algo valioso, vulnerable,
diferenciado de lo otro pero vinculado en sí. Su particularidad
sería que media un desplazamiento, un querer ser-estar on line
implicados como agentes en condición individual. De forma que
si en un desplazamiento físico el cuerpo es sujeto activo,
en este caso parece que es todo aquello que no es cuerpo lo que actúa
y experimenta el movimiento. En esa deriva virtual hay algo de liminar.
De forma que, si bien la posibilidad de prescindir temporalmente del
cuerpo y de su vulnerabilidad dibuja un nuevo escenario de experimentación
identitaria útil para la subjetividad política, en ese
estado de pre-identidad aquello que llegas a ser en Internet puede
estar ya coartado de antemano por lo que "puedes llegar a ser"
(reforzado en lo simbólico y en el pasado). 4 NOTAS SOBRE (UN) QUERER SER -En la actualidad
de la multitud conectada parece anunciarse la convivencia de procesos
muy dispares, donde tanto se asientan los viejos mitos sexuados -reforzados
por la celeridad y el anonimato característicos del medio-,
como se visibilizan las inestabilidades del proceso dinámico
de construcción del género; cuestionando lo que somos
no como algo terminado, definitivo y restringido al cuerpo, sino como
un proceso que nunca estuvo cerrado y sobre lo que podemos intervenir
individual y colectivamente. Sin embargo, en este panorama de aproximaciones
e interrogantes plurales, ninguna de las alternativas virtuales e
híbridas supone el anuncio del final del cuerpo ni de los mitos
sexuados, ni siquiera el suplantado y aparentemente vencido por su
avatar virtual. Lo que supone es el asentamiento de un nuevo modelo
"temporal" que se encadena a la vida. Un modelo que viene
apoyado por un sujeto fragmentado y conectado, y que proporciona el
sentido y la conciencia de un "yo" puesto en cuestión
por su negociación intersubjetiva y temporal en una interfaz.
No es trivial, teniendo en cuenta que la interfaz actúa como
pantalla fantasmática que permite lo simbólico y lo
imaginario, pero que ahora coincide además con el territorio
que también "habitamos" y donde nos relacionamos
con los otros. Problematizar sobre los lastres y posibilidades de
este solapamiento simbólico exige un profundo análisis
de la confluencia género, identidad y ciberespacio. Donde no
obvie las lecturas, el riesgo y los anuncios de la práctica
artística en su fusión con los contextos de producción
creativa digital, sin olvidar que en el escenario virtual somos representaciones,
imágenes que no precisarán tanto ser interpretadas sino,
como apunta Mitchel, permitir desvelar las miradas que las producen,
ponerlas al descubierto para hacerlas accesibles al análisis,
valorando su "vida propia", su devolución de la mirada
al sujeto conectado. -Para el ciberfeminismo
lo virtual y lo corporal-espacial constituyen un sentir definitorio
del estatus de las sociedades contemporáneas. Lo tangible forma
también parte de la red. Las identidades marcadas por el dónde
estás y el cómo eres no están excluidas del ciberespacio,
es más se hacen y se deshacen en el mismo. No obstante, habría
distintas lecturas en torno a esta relación. En primer lugar,
el espacio físico es a la red el elemento que por rechazo permite
su definición, es decir lo que como ausencia la define y lo
que también le inspira. Las formas de territorialización
física buscan sus equivalentes en la red pero también
su fantasía: imaginan lo "distinto". Por otro lado,
Internet permite visibilizar territorios en otro tiempo invisibles,
dar forma a aquellos cuyo papel no fue construido en primera persona.
La experimentación identitaria ciberfeminista no pretendería
hacernos huir esporádicamente de las limitaciones físicas,
sociales y culturales del "hacernos" a nosotras mismas en
un lugar concreto y con un cuerpo y sexo determinado, sino que el
juego simbólico e imaginario en el ciberespacio iría
más allá de una actuación puntual y reversible
en la que podemos re-imaginarnos para volver después a "ser"
lo que éramos. Al menos potencialmente sería algo más,
puesto que el escenario tiene otro tiempo, otras condiciones y otra
práctica de la libertad. -En la actualidad,
el ciberespacio ya no es para el ciberfeminismo aquel utópico
territorio de principios de los noventa, cargado de posibilidades
para la emancipación y la acción creativa. Las redes
sociales, la blogosfera, las plataformas de vídeo y los mundos
virtuales que hoy caracterizan el ciberespacio lo hacen en un momento
post-utópico para el feminismo orientado al medio digital,
donde nuevas inquietudes se suman a las antiguas marcando el estatus
on line de la representación y presencia activa de las mujeres
en el ciberespacio. En este momento post-utópico para el feminismo
orientado al medio digital siguen precisándose estrategias
de resistencia a la repetición del sistema androcéntrico
en el contexto de la cultura visual-digital; estrategias críticas
de análisis, interpretación y producción digital
y estrategias creativas de re-imaginación de lo femenino en
el ciberespacio. Una re-imaginación que debiera, a su vez,
posicionar a las mujeres en los campos de prestigio que caracterizan
el medio. No es arbitrario que la escasa relevancia del papel de las
mujeres en la blogosfera recuerde otras formas de invisibilización
de lo femenino, antes identificado con el hogar y en la red todavía
muy limitado a "espacios on line para mujeres". En este
caso, el medio traería consigo nuevas posibilidades de acción
pero el riesgo de un cambio engañoso que, bajo la apariencia
de diversidad y democratización del concepto "red",
adaptaría viejos lenguajes del poder y formas de aislamiento;
también estereotipos sexistas -acentuados en muchos casos por
la osadía insolidaria que provoca el anonimato y la resistencia
del patriarcado en crisis proyectado en la red-. -Precisamos establecer
nuevas redes entre las mujeres y la tecnología que subviertan
la repetición y amplificación del patriarcado en Internet
y su sistema. Alianzas que debieran generarse en todos los territorios
de las tecnologías digitales, desde los de producción,
distribución e ideación tecnológica (administraciones
públicas, empresas y cuartos propios donde se piensa y fabrica
tecnología), hasta los de participación e implicación
como usuarias-productoras, prosumidoras de la Red. Sólo desde
nuevas alianzas podremos enfrentar el desajuste entre las posibilidades
que la Red sugiere y la realidad que nos es dada. Desafiar esta situación
requiere la acción aguda y visibilizadora de las mentes creativas
y de la práctica feminista, pero además la generación
de "tiempos para el pensamiento" capaces de resistir la
velocidad de los medios; "tiempos" que nos ayuden a trabajar
con nuevas energías, con nuevos ojos, en el estudio e intervención
responsable en una sociedad en red. -Nuestro tiempo
propio es un valor cada vez más valioso y el que se haya convertido
en un bien con el que comerciar es también resultado de una
estrategia fatal del ciberespacio. No se trataría solamente
de que el trabajo on line derive en el agotamiento de nuestro tiempo
-y no en su optimización como cabría esperar- tomando
como centro de mandos nuestro hogar y nuestro cuarto propio -radicalmente
versatilizado-. Se trataría además de cómo la
saturación de imágenes e información con que
llenamos nuestro tiempo aniquila el espacio mínimo requerido
para la reflexión, para la dotación de sentido y la
producción de subjetividad. La parcialidad de esta celeridad
no vendría dada sólo por la saturación de imágenes,
sino por el efecto simbólico de las mismas, es decir, porque
refuerzan ideas que ya estaban en nosotros, "dan por hecho"
que lo que comunican no tiene por qué ser cuestionado. Este
tiempo frente a la pantalla como "mirones paralizados" aludiría
más no a un saber, ni a una memoria presente y activa (más
propia de la lectura y de algunas formas de navegación on line),
sino a emociones, identificaciones y proyecciones. Es decir, aludiría
más a pasado, facilitando el intercambio de "ideas preconcebidas"
y clichés, las únicas que permiten la velocidad porque
ya estaban en nosotros. En este contexto, lo inquietante del ciberespacio
es que en él convergen diferentes formas de recepción
visual y que en esa diversidad la reflexión sí sería
viable, en tanto todavía podemos intervenir sobre nuestro tiempo
y exceder el mero papel de "mirones" del mundo on line.
De hecho, Derrida planteaba frente al poder del capital una rebelión
de las pantallas de ordenador a través de la red, es decir,
evidencia una diferencia y un potencial político del ordenador
conectado frente a la pantalla televisiva. Enero de 2008 |
|