Resulta
imprescindible un constante ejercicio de alerta política, pero también
la agudeza visibilizadora de las mentes creativas para poner en escena los más
sutiles y escondidos efectos de las formas de dominio que se asientan en el orden
social, efectos materializados mediante estrategias de invisibilización
(normalización de la violencia simbólica) así como mediante
estrategias de ceguera (ver con los ojos de otro). Resultan imprescindibles la
política y la creatividad porque la violencia no descansa, constantemente
revisa sus pilares y recoge las ganancias de su efectividad en la inscripción
del poder en los cuerpos sexuados y, ahora también, en la reiteración
de sus códigos sobre los nuevos agentes que nos representan (o que somos)
en un mundo en red. Estos ejercicios creativos y políticos advierten de
que en un contexto postcorpóreo se siguen escondiendo formas de dominación
sexual y continúan normalizándose estrategias de ceguera hacia el
acto mismo de violencia simbólica y real contra la mujer.
Tan
eficaz es esta tendencia a la repetición (y por efecto también a
la normalización) que para la labor del artista y del activista político
(feminista) en Internet que se enfrenta a las formas de dominación sexual,
no valdría solamente con una "mirada"con intención visibilizadora,
sería necesario ir más allá del descubrimiento de escrituras
encriptadas (invisibles) en las estructuras y en los hábitos on line, se
precisaría también superar los trances de la ceguera, es decir los
dilemas de toda posición del discurso donde se actúa simultáneamente
como objeto y sujeto reflexivo, de manera que al estar incluidos en aquello que
queremos delimitar incorporamos de forma inconsciente estructuras de orden masculino
como estructuras de percepción (sería entonces una ceguera provocada
por mirar a través de los ojos de otro).
Si
lo que se nos muestra como normal es sólo el resultado de un esfuerzo reiterado
de normalización (un cometido político y moral tradicionalmente
asumido por las instituciones) toda empresa creativa o política que pretenda
movilizarse contra los mecanismos de una normalización androcéntrica
y patriarcal se enfrenta a la resignación que alimenta el propio sistema
en su repetición inconsciente, a su visión esencialista de la diferencia
de los sexos y, también, a la ceguera de quien no puede mirar con sus propios
ojos.
Recordar que lo que, en la historia, aparece como
eterno sólo es el producto de un trabajo de eternización que incumbe
a unas instituciones (interconectadas) tales como la Familia, la Iglesia, el Estado
y la Escuela, (...) (siendo estos conceptos abstractos simples designaciones estenográficas
de mecanismos complejos que tienen que analizarse en algún caso en su particularidad
histórica), es reinsertar en la historia, y devolver, por tanto, a la acción
histórica, la relación entre los sexos que la visión naturalista
y esencialista les niega.1 Pierre Bourdieu |
Ésta
sería por tanto una forma de creatividad política que no puede sino
apelar a todos los que realizan lecturas esteganográficas (que no estenográficas)
del mundo, no por la evidencia conformista de una tendencia a la perpetuación
de la violencia simbólica mediante formas de escritura invisible y de ceguera
consentida, sino por la resistencia ante la directriz histórica que las
mantiene. Esta pauta no deja a salvo ningún rincón por joven que
pueda parecer, ninguna tecnología, ninguna ciencia, quedan al margen de
la hegemonía masculinista y de sus estrategias de normalización.
Es más, son las ciencias y las tecnologías objeto de nuestra máxima
sospecha. No resulta extraño que el sistema haya habilitado en la misma
ciencia mecanismos que garantizan la preeminencia de estas escrituras invisibles,
cuya parcialidad nunca es reconocida ya que casi todo avance masculino ha sido
condecorado con el privilegio histórico de "ciencia objetiva"
sin que ello suponga otra cosa que una coartada para actuar, como sugiere Haraway,
desde el filtro de una "ideología abusiva"2.
Desde la producción creativa y política en la red se advierte
del mantenimiento (soterrado o explícito) de los ejercicios de poder y
vulnerabilidad sexual basados en dicha norma histórica, y de ello se deriva
una dificultad añadida, el uso de lo nuevo como bandera de un cambio ficticio.
Lo más reciente siempre se intenta mostrar como algo inocente, neutral
y sin ideología, por lo que anima a descansar de la desconfianza habitual
con que, desde el feminismo, solemos enfrentarnos a otros medios visiblemente
lastrados y jerarquizados por una ideología máquina patriarcal.
Si
bien es cierto que en sus primeros años Internet fue considerado por la
mayoría de las mujeres usuarias como una oportunidad para la acción
política efectiva (su estructura desjerarquizada parecía idónea
para ello), la red no ha resistido a la escritura invisible y al ojo ciego del
poder patriarcal y sigue reiterando modelos de dominación, amparados en
muchos casos por el arrojo que da el anonimato y por los procesos autorregulatorios
de aquéllos que ven que las identidades históricamente fuertes y
las situaciones de dominación y poder reaccionarias que las mantienen se
desmoronan. El carácter horizontal del medio que es constantemente invocado
como hábitat apto para la deconstrucción y desjerarquización
de lo que somos, no sugiere sólo la materialización de las energías
creativas de los individuos en nuevas formas de emancipación, en muchos
casos no actúa sino como disfraz de la repetición y la sublimación
del derrumbe del poder androcéntrico.
Las
formas en las que esta repetición favorece un cultivo de situaciones de
dominación hacia las mujeres son diversas, desde las maneras en que se
precariza y feminiza el teletrabajo (convirtiendo el hogar telemático en
una cárcel digital) y la escasa presencia de la mujer en el liderazgo de
las industrias informáticas y tecnológicas hasta las formas de representación
de los cuerpos y las identidades sexuadas en Internet, en todos estos casos una
ideología patriarcal subyace y actúa.
ESCRITURA INVISIBLE
Debe haber alrededor de dos millones de personas,
en su mayoría mujeres, pero varones también, que se cortan con navajas.
¿Por qué? No tiene nada que ver con masoquismo o impulsos suicidas.
Es simplemente que no sienten ser personas reales, de modo que la idea básica
es que sólo a través del dolor y cuando se siente la tibieza de
la sangre es posible volver a conectarse.3 Slavoj
Zizek |
Vivir en un mundo cada vez más
virtualizado tiene su contrapartida en una cierta apología del sentir físico
del cuerpo. Paralelamente a la inserción de todos en un universo facticio
y digitalizado parece producirse un movimiento en sentido contrario. Zizek cita
"la passion du réel" de la que habla su amigo Alain Badiou para
referirse a esta tendencia (una "realidad sin realidad" que caracteriza
todo el siglo XX), según la cual para tener conciencia de "lo real"
ya no basta con tocar los objetos y pellizcar los cuerpos, las experiencias más
reales serían aquéllas especialmente violentas, corporales y extremas,
capaces de contrarrestar el exceso de artificialidad de un mundo prefabricado.
Un proceso que aparentemente tiene algo de autorregulatorio, de homeostático,
mediante el que intentar recuperar la sensación más corporal y física
en un mundo donde "lo real" parece estar ausente. Girar el volante cuando
el coche va a toda velocidad invocando un accidente, como los protagonistas de
la película Crash de Cronenberg, llevar hasta la muerte la práctica
sexual como Sada Abe y Tatsuya Fuji en El imperio de los sentidos de Oshima
(citada por Zizek) serían algunos ejemplos.
Estas
derivas aluden a los procesos por los que ante cualquier tipo de sobredosis (de
pantalla, de cuerpo,...) se genera, automáticamente, una respuesta en sentido
contrario intentando neutralizar un sentimiento de "pérdida".
Son justamente estos mecanismos homeostáticos mediante los que se autorregula
un estado expuesto a la interacción del medio, los que nos interesan para
situar nuestra argumentación sobre la escritura invisible como forma fragmentada
de violencia de género en Internet. Estos mecanismos que parecen darse
varias veces al día y a distintas escalas en lo que hacemos y en lo que
vemos, acontecen con especial intensidad en aquellos territorios donde los protagonistas
sienten que pueden estar perdiendo algo valioso (el control sobre la mujer, en
el caso de la violencia de género). Su acción tiende a la conservación
y al mantenimiento de un estatu quo que se ve amenazado. Así en las relaciones
entre sexos (relaciones de poder) podríamos pensar que estos procesos de
autorregulación están actuando constantemente y en distintos grados
para asegurar la pervivencia de una primacía androcéntrica y patriarcal,
serían procesos de "normalización" del poder. Sin embargo,
no cabe la confusión, esta tendencia a la autorregulación no estabiliza
un sistema equilibrado y simétrico entre los sexos, sino que apuntala un
sistema mítico ritual que revela una profunda asimetría entre los
sexos y los géneros.
El principio de la inferioridad y de la exclusión
de la mujer, que el sistema mítico-ritual ratifica y amplifica hasta el
punto de convertirlo en el principio de división de todo el universo, no
es más que la asimetría fundamental, la del sujeto y del objeto,
del agente y del instrumento, que se establece entre el hombre y la mujer en el
terreno de los intercambios simbólicos, de las relaciones de producción
y de reproducción del capital simbólico, cuyo dispositivo central
es el mercado matrimonial, y que constituyen el fundamento de todo el orden social.
Las mujeres sólo pueden aparecer en él como objeto o, mejor dicho,
como símbolos cuyo sentido se constituye al margen de ellas y cuya función
es contribuir a la perpetuación o al aumento del capital simbólico
poseído por los hombres.4
Pierre Bourdieu |
¿No es para muchos maltratadores la radicalización
de un sentimiento de propiedad sobre sus parejas una manera
de contrarrestar los posibles intentos de emancipación
e independencia (económica, laboral, personal) de "sus"
mujeres? Desde aquellas inolvidables sentencias de algunos
de los considerados ilustres pensadores de nuestra cultura,
que condenaban en sus púlpitos, en sus libros, en "su"
historia a la mujer, proclamándola esclava del hombre
por su "debilidad física y mental"5, hasta las más mediáticas y todavía
contemporáneas frases de maltratadores ("la maté
porque era mía"), siempre subyace en todas estas
"sentencias de muerte" (real o simbólica)
una advertencia, un mandato desde el poder, como intentando
almacenar un excedente de avisos por si a alguien se le ocurre
desnivelar o desjerarquizar la situación hegemónica.
Esta advertencia (materializada en la sangre, en el golpe,
en la palabra) no puede ser entendida como un hecho concreto
y aislado, cada golpe es una cita. En la violencia de género,
el abuso mediante la palabra o el cuerpo no es nunca un suceso
singular, cuando se produce se rememoran todos los actos de
esa índole que le preceden. En su pronunciamiento (verbal
o físico) cada una de las muertes, heridas o abusos
hacia las mujeres de todas las culturas, de todos los tiempos,
están presentes. En la reiteración se arraiga
y se fortalece el acto de dominación de manera que
a veces es necesario sólo un gesto para advertir lo
que procede (o puede proceder). Una palabra, un tono de voz,
se convierten entonces en metafóricamente performativos,
su mera enunciación (a veces incluso sólo la
intuición de su presencia, su preámbulo, como
el comienzo de una cita que todos tenemos memorizada) produce
aquello que significa: la violencia como forma de autorregular
una situación de poder.
¿Podría una enunciación performativa
tener éxito si su formulación no repitiera una enunciación
"codificada" o iterativa o, en otras palabras, si la fórmula
que pronuncio para iniciar una reunión o para botar un barco o para celebrar
un matrimonio no se identificara de alguna manera con una "cita"? (...)
en tal tipología, la categoría de intención no desaparecerá,
tendrá su lugar, pero desde ese lugar ya no podrá dominar la totalidad
del escenario y el sistema de enunciación (énonciation).6 Jacques
Derrida |
Cada
abuso no es sólo un posicionamiento que reafirma la identidad del sujeto
que domina sino que reafirma la identidad del (la) que escucha, renovando los
lazos de dependencia y sumisión (reciclando los ojos del otro), estabilizando
el sistema y recordando el lugar que en el juego del poder le sigue correspondiendo
a cada uno. La repetición de estas situaciones de violencia se convierten
para los protagonistas que las viven en algo terriblemente "normal",
en su planteamiento ambos se identifican de manera que las escrituras que los
producen se convierten en invisibles.
En
su pronunciamiento la violencia disimula sus orígenes y las convenciones
primeras por las que el hombre demostraba (la que pensaba era) su superioridad
física y mental. Sin embargo, la violencia también es un efecto
de la materialización del sexo en los sujetos, la materialización
de su historicidad que convierte esta violencia en algo estructural. De hecho,
esta consideración (estructural) ha supuesto ampararla bajo la denominación
de asunto "privado". Aquello que contribuye al sostenimiento de un régimen
de valores y a la conservación de las formas convencionales de relaciones
de parejas y familias, escudando muchos comportamientos violentos bajo el calificativo
de "normales" y cuando, por alguna circunstancia, traspasan "la
puerta de la calle", vuelven (en voz baja) a su consideración de "asunto
privado" ("cosa de parejas", "cárcel disfrazada de
amor"). Si lo privado no se publica se convierte en una escritura invisible
o, lo que es lo mismo de cara al mundo, se anula.
Puede
que en este punto, la red tenga algo más que decir. ¿Acaso un medio
como Internet donde lo privado converge con lo público no ofrece nuevas
maneras de entender la invisibilización de conflictos personales recluidos
al ostracismo de "lo privado"? No se trataría solamente del "ojo
que todo lo ve" y de que las webcams invadan nuestras casas convirtiendo
la cocina en lugar de encuentro público, también se trataría
de que los filtros para que lo público llegue sin pátina homogeneizadora
a lo privado (y viceversa) son más viables en una red donde el usuario
también produce y distribuye información. Además no podríamos
menospreciar el cambio que "lo privado" mismo está sufriendo
en las últimas décadas de lucha feminista y de activismo artístico.
Si lo importante para una sociedad androcéntrica es mantener unos mecanismos
de control para que la situación no se tambalee, desde el arte feminista
en Internet se pretende visibilizar y subvertir dichos mecanismos. De hecho, obras
de net.art como el monumento a las víctimas de la violencia doméstica
Parthenia (www.parthenia.com)
de Margot Lovejoy operan justamente en esta confluencia, entre otras formas, haciendo
públicas las historias de violencia privadas. U obras como Mithic Hybrids
(www.premamurthy.net/project_mythic.html) de Prema Murthy
donde, tomando como referencia el trabajo de mujeres en empresas de microelectrónica
del sur de Asia y examinando (como una ficción) la narrativa colectiva
de sus memorias, obsesiones y miedos, también se visibilizan y subvierten,
en este caso, los mecanismos de la búsqueda en la red y los "filtros"
que relacionan a la mujer con la tecnología. En el territorio político
en el que ambas propuestas actúan encontraremos, sin duda, las más
interesantes muestras de net.art.
Sin
embargo, esta lectura que se plantea como posibilidad creativa y feminista de
acción tiene ya sus respuestas más escépticas en la hegemonía
camuflada en Internet que sigue repitiendo (sobre todo a nivel de participación
y representación de la mujer) las mismas formas unívocas de escribir
la historia que siempre hemos visto. Puede que ese espíritu conservador
cuya pátina envuelve a la misma estructura de poder tenga su mayor aliado
en los mitos que sustentan a la violencia considerada estructural. De hecho, los
mitos sobre los géneros transmitidos históricamente forman parte
esencial de las estructuras patriarcales donde se desarrolla y se mantiene la
violencia de género, mitos cargados de perversas consignas "azules
y rosas", cuyo destino se impregna de mensajes implícitos sobre lo
que "podemos ser" en el mundo. No habría que mirar muy lejos,
las imágenes y las narraciones que dan forma al imaginario colectivo esconden
formas de resistencia del patriarcado, formas de violencia y sometimiento de la
mujer salvaguardadas (sin ironía) tras la aparente ficción del relato
y la artificialidad de las imágenes. Esta denuncia de la mitología
implícita o, en muchos casos, descarada, en las grandes obras se plantea
también en obras de net.art como The Intruder (http://www.calarts.edu/~bookchin/intruder/)
de Natalie
Bookchin donde realiza una irónica relectura de la "propiedad"
y la "violencia contra la mujer" en el cuento homónimo de Borges
La Intrusa.
Estas
mitologías no desaparecen en Internet, en muchos casos incluso se amplifican,
de manera especial en los videojuegos y en los negocios del sexo que inundan la
red. El fortalecimiento de estereotipos y la violencia sobre el "cuerpo"
virtual que recrea a la mujer es algo cotidiano en el ciberespacio. Una nueva
forma de dar rienda suelta a las respuestas que genera el modelo patriarcal en
el que sustentamos nuestros valores socioculturales, un modelo que sigue apoyado
en una buena relación del hombre con el sexo y una todavía reprochable
relación de la mujer con el mismo, de manera que ésta (la mujer)
termina siendo considerada en la mayoría de las situaciones míticas
de los videojuegos o en las lucrativas empresas del sexo, como mercancía
y objeto sexual mientras que el hombre consume, mantiene y financia como sujeto
activo dicho sistema.
La
necesidad de repetición de estas conductas y en ella de identificación
de quién manda y quién no, quién actúa como sujeto
y quién se convierte en cosa, vendría a sugerirnos algunas otras
lecturas. El hecho de que esta situación de dominio y en muchos casos de
violencia (simbólica o real) se repita, nos hace pensar que no viene dada
como algo propio de los sujetos sino que necesita reafirmarse para mantenerse,
es decir, no es estática. Si el sexo es una "práctica reguladora
que produce los cuerpos que gobierna"7, la violencia es uno de los mecanismos de que se
vale para producir los cuerpos. Si la materialidad es el efecto del poder, es
en su proceso cuando la heterosexualidad masculina del consumidor y del programador
de videojuegos acentúa los límites que marcan su estereotipo y su
posición hegemónica, los exagera como quien intenta contrarrestar
un mundo (más allá de las pantallas) que empieza a denunciar la
caducidad de esa posición, es decir, que sitúa a la heterosexualidad
masculina hegemónica en una posición de crisis. La necesidad de
exagerar y reiterar estos comportamientos no sería sino la señal
de que la materialización del sexo en el cuerpo mediante prácticas
discursivas no es un proceso inmóvil y cerrado en el individuo, sino que,
tal como sugiere Butler, esta materialización nunca sería completa,
de forma que los cuerpos nunca terminarían de aceptar esas determinaciones.
Visibilizar las inestabilidades de este proceso dinámico que inciden en
la posibilidad de rematerialización del sexo, podría hacer tambalear
el propio sistema hegemónico que las produce.
Si en el cuerpo físico se marcan las heridas
de la violencia, las que se producen literalmente por un maltrato físico,
en el cuerpo virtual pueden producirse las heridas de la posible enunciación
contradictoria del sujeto (es decir las inestabilidades del proceso dinámico)
cuando uno se rebela contra la identidad estereotipada (dominante o sumisa) que
sólo el perverso juego del poder puede generar. Únicamente en los
espacios facticios de la representación y la artificialidad como el arte
y como el medio digital podríamos visibilizar y hacer convivir estas contradicciones.
Recordemos si no la obra de vídeo I am Milica Tomic de Milica Tomic, donde la presentación de
la protagonista a partir de sucesivas identidades excluyentes (cuya pronunciación
anula a la anterior) se materializa en la representación de heridas físicas
en el rostro. Visibilizar esta incompatibilidad sólo es posible en el territorio
de la artificialidad. Los estigmas de la identidad sexual también causan
heridas (las que provoca el poder). Yvonne Volkart 8 sugería que sólo la tecnología
digital es capaz de crear estas heridas. En el espacio digital tanto los cortes
como el cuerpo son artificiales y por lo tanto compatibles. La situación
es metafórica. La pretensión de las identidades reproducidas no
está grabada en los cuerpos pero, no obstante, el cuerpo se encuentra ante
la paradoja de ser cuerpo y símbolo simultáneamente. También
es real el sujeto articulado sobre un cuerpo vulnerable, el sujeto como fragmento
de uno de estos fantasmas.
EL OJO CIEGO (ver con los ojos de otro)
¿Por qué deberían nuestros cuerpos terminar en
la piel o incluir, en el mejor de los casos, otros seres encapsulados por la piel?9 Donna Haraway Las netianas nacemos de experiencias vitales, pero somos formas radicales
de reencarnación.10 Netiana |
"Ver con los ojos de otro"
tendría en la argumentación que planteamos aquí y en el territorio
concreto de Internet un doble sentido. De un lado "ver con los ojos de otro"
alude a una de las características del sometido ante cualquier tipo de
violencia de género, es decir el dominio de la mirada que vuelve ciegas
a las víctimas. Una mirada según la cual la mujer maltratada proyecta
y observa desde el rol que le ha sido impuesto en una situación de violencia
reiterada. Una característica descriptiva de este tipo de mirada sería
el sentimiento de culpa que la hace sentir la auténtica responsable de
la violencia que otros ejercen sobre ella (ver a través de los ojos del
maltratador). Sin embargo pensar en la violencia de género en Internet,
nos sugiere un segundo sentido, una lectura singular de la relación intersubjetiva
interfaceada propia de Internet. "Ver con los ojos de otro" aludiría
a la posibilidad de escapar de esos "ojos postizos" impuestos por la
ideología dominante y mantenidos por el espíritu reaccionario de
las instituciones, liberarnos de los ojos a través de otros muchos ojos
posibles, mediante ejercicios no esencialistas de liberación temporal del
cuerpo. No se trataría de una terapia, aunque "ponerse en el lugar
del otro" suele generar situaciones de comprensión y tolerancia del
"otro" que cualquier agente mediador en un conflicto recomendaría,
se trata del propio ejercicio creativo de "darse forma a sí mismos".
Sin embargo, las dificultades de esta producción del sujeto en red
no podrían ser menospreciadas. Si lo visible es lo garante de la definición
social, si la definición social del cuerpo es fruto de un trabajo social
de construcción y reiteración, es decir de un ejercicio de visión
e identificación, y ésta es además fruto de una jerarquización
social de los cuerpos, ¿qué pasa cuando el cuerpo físico
"no está", no convencionalmente? ¿qué sucede cuando
la noción más básica de la identidad sexual queda aplazada
(potencialmente travestida) detrás de un pantalla? El cuerpo, o la corporización
del sujeto, sugiere Braidotti, "no debe entenderse ni como una categoría
biológica ni como una categoría sociológica, sino más
bien como un punto de superposición entre lo físico, lo simbólico
y lo sociológico"11. Atendiendo a esta lectura, la materialidad de la
diferencia sexual no estaría limitada al cuerpo físico, de la misma
manera que el poder no está concentrado en lugares fijos. La base de la
mayoría de redefiniciones feministas de la subjetividad pone énfasis
en la estructura sexualmente diferenciada y corporizada del sujeto hablante, éste
es el punto de partida para numerosos proyectos epistemológicos de la subjetividad.
Por ejemplo, para Braidotti replantear las raíces corpóreas de la
subjetividad es el punto de partida para iniciar su proyecto epistemológico
del nomadismo, lo cual nos lleva a observar que para la cualidad nómade
del sujeto en red (cuya identidad sexual y demás características
escritas en el cuerpo, son entonces artificiales y potencialmente cambiantes)
este enfoque antiesencialista sería clave en el enlace de la materialidad
de la diferencia sexual al cuerpo en Internet. Un carácter nómada
de las identidades puede ser entonces una manera eficaz para liberarnos del ojo
ciego. Sería un ejercicio creativo, sin duda, mediante el que podemos ponernos
"en" los ojos de otro valiéndonos de cuerpos fluidos, inmateriales,
desmontables, nómadas.
De
hecho, aunque la máquina actúe como nuevo campo de inscripción
de códigos sociosimbólicos que conversa con el cuerpo físico,
la deriva por formas de presencia inmateriales donde se produce el sujeto on line,
suscita un descanso del cuerpo (un descanso que parece redimirnos temporalmente
del ojo ciego). Llegados a este punto, nuestros cuerpos en red no podrían
ser entendidos como una categoría biológica, sí tal vez como
una performatividad, una nueva variedad de cuerpos-verbo de apariencia múltiple
y cambiante que al enunciarse están ya realizándose. En esta línea
surgiría otra cuestión, si (recordamos a Butler) la práctica
reiterativa y referencial mediante la que el discurso produce los efectos que
nombra nos lleva a pensar en la performatividad de las normas reguladoras del
sexo y, por consiguiente, en cómo éstas propician la materialidad
de la diferencia sexual en función de la hegemonía (poder) heterosexual.
En este contexto ¿cuáles serían los límites materiales
y discursivos del sujeto en la red? ¿cuáles las nuevos formas de
violencia "sin cuerpos"? En el mundo físico estos límites
pueden venir establecidos por el efecto forzado del sexo, tal como sugería
Butler en Cuerpos que importan 12, y de
la misma manera que el sexo regula los términos que materializan los cuerpos
se confirma la validez (o no) de éstos atendiendo a modelos hegemónicos.
Pero, cuando las diferencias físicas y sus variables se difuminan o se
anulan mediante la ocultación de los cuerpos podemos vacilar sobre el lugar
que ocupan los límites discursivos y materiales del sexo en Internet. Podríamos
entonces preguntarnos, "los cuerpos ¿qué importan?" en
un medio donde el sujeto se produce a través de una interfaz ¿sería
este proceso desmaterializador el propulsor de una nueva epistemología
del sujeto también en lo referente al sexo? En este caso, parecería
que el sexo no sería excluido de la esfera del cuerpo, sino más
bien al contrario, el cuerpo sería excluido de la esfera del sexo, de su
materialización ideológica en el género que, liberado, adopta
fórmulas desmaterializadas y no esencialistas. En este contexto, el retorno
perturbador no sería por tanto del sexo al cuerpo sino del cuerpo al sexo.
Liberados temporalmente de los lastres que lo corporal nos plantea, la alternancia
de procesos de desmaterialización y reencarnación afectaría
tal vez a un nuevo horizonte simbólico.
De
otro lado, aunque la materialidad sexual de los individuos está determinada
por patrones hegemónicos heterosexuales en función de los cuáles
se vinculan profundamente con las relaciones de poder, el hecho de que en Internet
esta "materialidad" sea "desmaterializada" no nos preservaría
de esta acción del poder, el territorio máquina-Internet no está
exento de este dominio (de hecho, Internet es otra producción del poder).
Y no lo está pese a habérsenos vendido como una utópica estructura
horizontal y desjerarquizada. Si bien en los medios horizontales se establecen
nuevas condiciones de relación intersubjetiva, también se da en
ellos una relajación tramposa provocada por considerar que nuestra posición
(en una red rizomática) es igualitaria a la del resto de sujetos en red.
Sí serían distintas las formas de resistencia y acción y
también las formas de poder. En este tipo de estructuras, las nuevas articulaciones
del poder podrían ser representadas por la acción de pequeñas
células móviles y dispersas, menos definidas pero que pueden ser
igualmente eficaces en sus intentos de perpetuar los sistemas hegemónicos
desde la industria tecnológica. Pero también en estas formas de
asentarse el poder y la violencia radican las nuevas maneras de constituirse la
resistencia al mismo (a sus estrategias de homogeneización y banalización,
a la normalización de los mitos) pensemos si no en algunos de los más
interesantes proyectos artísticos y políticos de Internet desarrollados
por feministas: obn (www.obn.org) o subrosa (www.cyberfeminism.net),
por ejemplo.
Sería
necesaria, urgente incluso, la perspicacia creativa para releer y deconstruir
la repetición y normalización de los mitos sobre los géneros
en Internet. Pero esta acción no resultaría suficiente si no se
produce, simultáneamente, un acercamiento de la mujer a los ámbitos
donde históricamente se ha detentado el poder, justamente donde se ha realizado
un trabajo remunerado y se ha ideado la tecnología. La infiltración
del "otro" y la modificación de la esfera misma del poder serían
fundamentales para subvertir la violencia de la escritura invisible y el ojo ciego
en Internet. El poder tiene género y los mecanismos mediante los que se
establece esta determinación son los mismos por los que se mantiene una
situación de violencia fuera o dentro de la red. Sin embargo, la introducción
del Otro mujer en el poder (y en consecuencia en el trabajo de ideación
y liderazgo de la tecnología) no sería viable en la medida en que
el poder no se feminiza, no ya en el sentido de promover cuotas mayores de participación,
sino en el de cambiar la misma estructura y concepción del poder. Puede
que sólo desde el reconocimiento y respeto del otro interior dentro de
la heterosexualidad masculina que preserva su estatus, sería posible esta
feminización (no podemos tolerar a los "otros" porque no podemos
tolerar la otredad que hay en nosotros mismos, advertía Kristeva
en "Extranjeros para nosotros mismos"13).
Este
cometido no resulta simple. Si las tecnologías que se plantean neutrales
no son sino producto y propósito de espectros del poder codificados cultural
y socialmente, y están fuertemente reguladas a nivel ideológico
y cultural, la lucha es particularmente difícil pues los espectros forjados
y fortalecidos durante siglos de patriarcado forman parte de las tecnologías
pero también de nuestras identidades y de nuestros cuerpos por lo que parecería
que poco se puede hacer salvo sonreír con un tierno nihilismo que nos reconcilie
(como mujeres) con nuestra más dulce y sumisa cualidad de obediencia y
resignación mítica. La lucha es dura puesto que claudicar también
es un efecto de la normalización del poder pero, indudablemente, al sujeto
dominado le satisface (perversamente) la tentación de escapar de su libertad
y convertirse en cosa, en esa posición uno se aleja del dolor que causa
la responsabilidad vital de "darse forma a sí mismo". Con cierta
distancia y con toda la resistencia a sucumbir a esta posición, vemos que
los procesos de toma de conciencia y de emancipación de la mujer pasan
por un acercamiento a los ámbitos donde históricamente se ha detentado
el poder.
En
el caso de la tecnología e Internet, este acercamiento se produce a partir
de la incorporación laboral de la mujer a ámbitos distintos a los
de la mera acción repetitiva mediada por máquinas (maquiladoras,
tecleadoras y engranajes en los niveles más bajos de las cadenas de producción)
y por el aumento del trabajo inmaterial mediado por redes de comunicación
(teletrabajo). Esta emancipación de la mujer a través del uso tecnológico
tiene distintas lecturas. De un lado, la determinación de distintos roles
de los sujetos en función de su género (partiendo de su consideración
como productores propia de un sistema capitalista) facilita la producción
y el mantenimiento de los estereotipos de hombres y mujeres y las asignaciones
que los sistemas tradicionales quieren conservar. Por otra parte, la reconfiguración
de los espacios donde convencionalmente se han desarrollado y diferenciado las
actividades públicas de las privadas, motiva la necesidad de repensar ambas
esferas ahora unidas en un espacio donde también confluyen la producción,
recepción y distribución de conocimiento. En este contexto, la tecnología
digital puede ser, tanto un medio que promueva la emancipación de las mujeres,
como un nuevo mecanismo de aislamiento en los espacios domésticos (de los
que todavía muchas no han conseguido salir), en cuyo caso, Internet pudiera
convertirse para las mujeres en una nueva cárcel, ahora digital.
A
priori, el sistema marcado por el teletrabajo (agente activo en este proceso de
aislamiento) parece generar un escenario de corte democrático que facilita
la descentralización urbana, la desjerarquización empresarial, la
horizontalización de las relaciones, la mejora en la calidad de vida del
teletrabajador, la conciliación de la vida familiar y laboral y el abaratamiento
de los costes para el empresario. Sin embargo, detrás de este escenario
se ocultan importantes y, en ocasiones, conflictivas relaciones contractuales,
sociales, familiares y políticas para la mujer. Los elementos que entran
en juego en esta cuestión serían diversos. En primer lugar, el cuestionamiento
de las esferas pública y privada donde convencionalmente tenía lugar
de una manera diferenciada la actividad familiar (doméstica y privada)
de la laboral (pública). Por otra lado, el cambio en las formas de relacionarnos
en el trabajo a través de las redes. En ambos casos, aunque esta situación
pudiera suponer la mejora de la calidad de vida del trabajador, así como
la optimización de los trabajos a partir de la autogestión telemática
de los mismos, también facilitarían una forma de violencia ("al
capital le importa el género"14) en la explotación de los empleados (normalmente
mujeres).
La
escritura invisible y el ojo ciego estarían también presentes en
estas estrategias del poder en Internet, generando un desajuste entre las posibilidades
que la red sugiere (las que imaginamos) y la realidad (espectral) que nos es dada.
Sin embargo, este desajuste no es más que un nuevo agente de los procesos
de autorregulación que aseguran la pervivencia de una primacía androcéntrica
y patriarcal. El desajuste no desestabiliza el proceso de normalización
de la violencia sino que contribuye a sostener dicho sistema. Enfrentar esta situación
requiere la acción aguda, irónica y visibilizadora de las mentes
creativas, también un constante ejercicio de alerta política, pero
además la generación de "tiempos para el pensamiento",
capaces de resistir la velocidad de los medios, "tiempos" que nos ayuden
a deconstruir el "fantasma" que envuelve ya, como pátina endurecida,
las estructuras físicas y sociales donde se piensa y produce la tecnología,
donde la escritura invisible y el ojo ciego nos dificultan advertir las viejas
y las nuevas formas de violencia y dominación (con o sin cuerpos).
Remedios
Zafra es comisaria y crítica de arte. Como escritora ha publicado los ensayos:
Netianas. N(h)acer mujer en Internet,
(colección Desórdenes, L.T.), Las cartas rotas. Espacios de igualdad
y feminización en Internet (Briseño, 2002) y Habitar en (punto)net
(Cátedra Leonor de Guzmán y Universidad de Córdoba, 2004),
así como numerosos artículos y ensayos sobre creación artística,
cultura digital y feminismo. Ha sido Premio Nacional de Ensayo Caja Madrid 2004,
Premio Nacional de Ensayo Carmen de Burgos 2000, Premio de Investigación
de la Cátedra Leonor de Guzmán 2001 y Premio Nacional de Poesía
Antonia Pérez Alegre 2005. Ha dirigido diversos proyectos artísticos
en Internet, entre ellos, la revista on line Mujer y Cultura Visual, el
proyecto creativo e-dentidades (web-side 1.0, Mediateca CaixaForum, Barcelona,
2004) y la exposición de net.art Habitar en (punto)net (Espai f,
Mataró, Barcelona, 2003).
1.
BOURDIEU, P., La dominación masculina, Anagrama, Madrid, 2000, p. 8.
2. HARAWAY, D., "Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo
socialista a finales del siglo XX". En Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención
de la naturaleza, Madrid, Cátedra, 1995, pp. 111-112.
3. Slavoj Zizek
en REUL, S y T. DEICHMANN, "Entrevista a Slavoj Zizek. La medida del verdadero
amor es: puedes insultar al otro", Spiked, http://www.spiked-online.com,
traducción: Fernando La Valle, 2001.
4. BOURDIEU, P., op. cit. (2000),
p. 59.
5. 'La mujer está sujeta a las leyes de la naturaleza y es esclava
por las leyes de las circunstancias. La mujer está sujeta al hombre por
su debilidad física y mental', escribió Tomás de Aquino,
del que beben cada día algunos eclesiásticos para sus catequesis
prematrimoniales. Tampoco se quedó corto Rousseau en pleno siglo de la
Ilustración: 'La mujer está hecha para obedecer al hombre, la mujer
debe aprender a sufrir injusticias y a aguantar tiranías de un esposo cruel
sin protestar." G. BEDOYA, J. "Me matas y aún beso tu puñal",
El País, 18-09-2002. Fuente: Asociación de hombres por la igualdad
de género, http://www.ahige.org
6. DERRIDA, J., "Signature, Event,
Context", en Gerald Graff (ed.), Limited, Inc., Northwestern University Press,
Evanston, 1988, p. 18.
7. Foucault, citado en BUTLER, J., Cuerpos que importan.
Sobre los límites materiales y discursivos del "sexo", Paidós,
Barcelona, 2002, pp. 17-18.
8. VOLKART, Y. "Tecnologies of Identity",
en GRZINIC, M. y EISENSTEIN, A. (ed.): The Body Caught in the Intestines of the
Computer and Beyond. Women's Strategies and/or Strategies by Women in Media, Art
and Theory, Ljubljana/Maribor 2000. Traducción de Raymond Lang y Sílvia
Garriga en: Habitar en (punto) net, http://2-red.net/habitar/tx/text_yv_c.html
9. HARAWAY, D., op. cit. 1995.
10. ZAFRA, R., Netianas. N(h)acer mujer en
Internet. Colección Desórdenes, L.T. Madrid, 2005.
11. BRAIDOTTI,
R., Sujetos nómades, Paidós, Barcelona, 2000, pp. 29-30.
12.
BUTLER, J., op. cit. (2002), pp. 17-18.
13. KRISTEVA, J., Extranjeros para
nosotros mismos, Plaza & Janés, Barcelona, 1991.
14. "Al capital
le importa el género", rezaba una lúcida sentencia en la obra
de vídeo de Ursula Biemann Performing the border (1999).