Ejemplos ilustrativos
Hay unos
cuantos ejemplos que, aún sin contener la palabra, muestran en su redactado vestigios de violencia. Por ejemplo, en la segunda
acepción de la palabra, “armado, da. 2. El jardinero apareció armado con la podadera”, se utiliza una palabra relacionada con las armas para explicar que el
jardinero está provisto de una herramienta, es decir, que la palabra “armado”,
claramente relacionada con la violencia, se da como sinónima de “pertrechado”
o “provisto”. No se puede culpar a la Real Academia de estas asimilaciones, ya
que en este caso el diccionario se limita a recoger algo que hacemos las y los
hablantes, sino que las traigo a colación para mostrar que en el lenguaje cotidiano
no nos repugnan los términos relacionados con las armas y, por tanto, con la violencia.
Esto explica que podamos decir con toda normalidad algo como la acepción de como2 (“8. No sé cómo no
lo mato”), lo cual, si nos paramos a pensar, implica grandes dosis de violencia
y una muy poco pacífica manera de resolver un conflicto. Pero vuelvo a insistir,
no deben achacarse a la Real Academia estas maneras de decir, sino al habla corriente
y, por tanto, a un pensamiento habitual en gran parte de la sociedad.
También
hay algún ejemplo que trata de la caza o de cuestiones de guerra, sin incluir
ninguna valoración acerca de dichas actividades, así como
tampoco se encuentra en los
dos ejemplos precedentes o en las definiciones
del apartado anterior.
arnés. 4. Manuel llevaba todos los arneses
para cazar.
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canje. 1. Canje de notas diplomáticas, de
prisioneros de guerra, de láminas representativas
de valores.
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Sólo en alguno, como en uno hallado
en el artículo dejar que dice: “Se dejó decir que mataría
a su enemigo”, se apunta que ésta es una mala acción puesto que ejemplifica uno
de los sentidos de la fraseología: “Dejarse decir. Decir algo que ofrezca
duda o que no pueda decirse sin algún inconveniente”. Esta misma valoración crítica
la vemos en el ejemplo que presenta una de las acepciones de ebrio,
ebria (“Ebrio de entusiasmo, de ira”), y esta cólera, esta furia, es percibida
como negativa, ya que ilustra la acepción: “2. adj.
ciego (poseído con vehemencia de una pasión)”.
Caso aparte es el ejemplo de hartar (“Hartarlo de palos, de desvergüenzas”) para su cuarta acepción
“4. tr. Dar, suministrar a alguien con demasiada abundancia”,
porque en principio podría parecer que critica a los palos, pero en realidad lo
que se critica no son los palos en sí, sino la posibilidad de que sean demasiados.
Por el contrario, hay un cierto número
de ejemplos, los tres siguientes son una muestra, que
describen peleas sin criticarlas en absoluto.
liar. 7. Antonio y Pedro se liaron a bofetadas.
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dar.
36. Aquellos
dos se daban con furia.
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tirar. 2. Juan tiraba
piedras a Diego.
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El diccionario se limita a describir a una serie de
hombres que se agreden físicamente, sea cuerpo a cuerpo,
sea a una cierta distancia, sin censurar su actuación, y no es porque el DRAE
no opine nunca en sus ejemplos, que lo hace en ocasiones, sino porque parece que
no debe encontrar especialmente censurable el lamentable espectáculo de dos hombres
peleándose. Decía antes que en sus ejemplos el DRAE a veces opina sobre
lo que se debe hacer o no, sobre lo que es importante o no, sobre algún comportamiento
humano, se puede ver en:
más.
3. Más quiero perder el caudal que perder la honra.
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pauta. 4. La vida de los santos es nuestra
pauta.
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Madres
no ejemplares
Sin abandonar aún los ejemplos, me
gustaría hablar de alguna particularidad de una serie de los que tienen presencia
femenina, que son muy pocos, ya que hay unas 1223 entradas (Lledó, Calero y Forgas 2004, cap. 1) en las que se habla de personas de las cuales
se puede saber que son mujeres u hombres y de estas 1223 hay sólo unas 201 que tienen ejemplos con presencia humana sexuada femenina o mixta.
A lo largo de estos 201 artículos, hay un total de 236 ejemplos, puesto que algunos artículos cuentan con más de un ejemplo con presencia femenina o
femenina y masculina a la vez. Sólo un 16,43%
de los artículos, pues, tiene ejemplos con presencia femenina o mixta.
Una cuestión destacable de ellos
es que hay una buena parte, el 22,64%, que se dedican a presentar a las mujeres
como parientas de alguien, normalmente de un hombre, ya que abundan los ejemplos
con esposas, novias, parejas, etc. A continuación, la relación de parentesco más
prodigada en el DRAE es la de madre,
puesto que diez ejemplos se consagran a ella. De éstos, sólo dos establecen un
vínculo entre madre e hija (son más numerosos los que hablan de una relación entre
madre e hijos). El primero, “escupido, da. 1. Fulana es escupida la madre”, se basa únicamente en el parecido
físico y no en el tipo de trato que se establece entre ellas o en relaciones basadas
en la afectividad o en el intelecto.
El segundo es nuevo, y quizás hubiera sido mejor que no lo
incluyeran visto su violento contenido: “cargar. Su madre la cargaba a correazos” y se usa para ilustrar una acepción
venezolana de dicho verbo (“38. hacer sufrir un golpe”).
Así pues, el único intercambio real entre madre-hija que presenta el diccionario
se basa en la violencia física. El hecho de que la única relación entre madres
e hijas sea de este tipo no explica la esencia de este vínculo de parentesco sino
el modo de ver el mundo de la propia Academia. Esta consideración acerca de las
progenitoras no hará más que empeorar en las páginas del diccionario académico
si tenemos en cuenta que, entre las demás madres que aparecen a lo largo de los
diez ejemplos con presencia materna, una se lleva a matar con sus hijos y la otra
es posesiva.
guerra. guerra campal.
Era una guerra campal entre madre e hijos.
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posesivo, va. 2.
una madre
posesiva.
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Se trata de dos ejemplos introducidos
en esta última edición del DRAE. El que corresponde a la entrada guerra
recuerda la tónica del que se ha visto en cargar (también nuevo). El otro no muestra una especial violencia pero
vuelve a resaltar una característica negativa.
En resumen, a pesar de la poca presencia
femenina, tres de los cinco ejemplos nuevos de esta edición respecto a las madres
son negativos y dos de ellos presentan madres violentas lo cual es una manera
altamente peyorativa de presentarlas. Como si no fuera ya bastante difícil ser
madre para que el diccionario lo dificulte aún más con sus modelos (o la ausencia
de ellos).
En la penúltima edición del diccionario,
la vigésima primera, publicada en 1992, no aparecía ningún ejemplo dedicado a
los maltratos, en cambio, en la última edición se empiezan a encontrar algunos
indicios. Esto indica que este tipo de delitos o crímenes, seguramente porque
cada vez tienen más repercusión social, ha hecho mella en él.
De todos modos, la violencia doméstica
ha entrado en el diccionario con sólo dos ejemplos nuevos. En el primero, la presencia
humana se concreta en una mujer (sobrentendida o elidida) que hace una acción
y un hombre que la sufre, “trapo. como
a un trapo, o como a un trapo sucio. Trata a su marido como a
un trapo”.
El segundo ejemplo es bastante más
vago, “desahogar. Suele desahogar su cólera con su familia”.
Es fácil que mucha gente pudiera deducir que se está hablando de un hombre,
no existe la certeza de tal cosa ya que no se explicita el sexo de quien lo protagoniza.
Cuesta entender que el DRAE ponga exclusivamente en manos de las
mujeres este tipo concreto de violencia, de maltrato, aunque se refiera únicamente
a la violencia psicológica.
Un tercer ejemplo relacionado con
los maltratos estuvo ilustrando durante algún tiempo una de las acepciones del
lema bárbaro, ra
(“Su bárbaro esposo la golpeó”).
Poner este ejemplo habría significado que el diccionario actuaba efectivamente
como notario de la realidad, una de las encomiendas que la Real Academia
tiene a gala lucir para explicar muchas de las decisiones que toma respecto al
hecho de introducir o no nuevos artículos o acepciones, o respecto al modo de
redactar definiciones y ejemplos.
Aunque este ejemplo estuvo un tiempo
en la web de la Real Academia, en un momento dado lo
sustituyó por otro aparentemente parecido, pero respecto al cual muestra sustanciales
diferencias. Está también en la web, “bárbaro,
ra. Su bárbaro vecino lo golpeó”, y éste es el que aparece tanto en
la edición en papel como en el disco compacto.
Así pues, se cambió por un ejemplo
que tiene únicamente protagonismo masculino y que, además, se aleja totalmente
del originario desde el punto de vista conceptual. Con esta decisión la Real Academia
optó por lo políticamente correcto ya que prefirió ocultar la realidad tal cual
es, aunque es bien sabido que dicha realidad continúa existiendo aunque se la
omita, pues no se arregla o se modifica simplemente porque no se hable de ella.
Lo que está claro es que la violencia
doméstica, tanto física como psicológica, habitualmente sigue una determinada
trayectoria que no es la que señala el diccionario. El único ejemplo del cual
se sabe el protagonismo a ciencia cierta por lo que a los maltratos se refiere,
no concuerda con la amarga realidad, ni en la frecuencia, ni en la dirección que
toman y además, se atribuye en exclusiva a las mujeres. Así, como mínimo en este
aspecto, hay un desacuerdo entre el mundo, entre cómo funciona el mundo, y la
manera como éste se representa en el DRAE, puesto que ha omitido cuidadosamente
presentar explícitamente a un hombre como perpetrador de algún maltrato.
Aparte de los ejemplos
que hablan de maltratos, también hay algunas definiciones que los tratan, más
bien dicho que pasan de puntillas por este tipo de violencia. Hay al menos dos
palabras que parecen clave que son maltrato y maltratar, así
como la forma compleja malos tratos, incluida en la entrada trato, definida de la siguiente manera.
maltrato. 1. m. Acción y efecto de maltratar.
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maltratar. 1. tr. Tratar mal
a alguien de palabra u obra. U. t. c. prnl.
2. tr. Menoscabar, echar a perder.
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trato. malos tratos. 1. m.
pl. Der. Delito consistente en ejercer de modo continuado
violencia física o psíquica sobre el cónyuge o las
personas con quienes se convive o están bajo la
guarda del agresor.
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El primer lema no
hace alusión para nada a la violencia contra las mujeres ni en el singular ni
en el uso plural, “maltratos”, tan extendido para referirse a las agresiones de
las que son víctimas numerosas mujeres a manos de sus ex parejas o parejas; vemos
que, en lugar de definir el lema, se limita a remitirlo al verbo maltratar.
A su vez, en este segundo lema se habla del maltrato en general y no dedica ninguna
acepción específica a la violencia contra las mujeres por parte de sus ex parejas
o parejas, ni tan sólo insinúa que puede haber alguna forma de maltrato específica.
La forma compuesta
muestra aún más problemas. Se habla de quien inflige los malos tratos con un decidido
masculino: “agresor”, lo que hace chocante que los malos tratos recaigan en exclusiva
en otro ser de sexo masculino: “el cónyuge”. El uso del masculino pone muy difícil la tarea de poder imaginar que se refiera a una mujer,
sobre todo porque el diccionario académico no siempre redacta de este modo. Tampoco aquí se insinúa que es más que posible que
se trate de “la” cónyuge (ganas de empecinarse en que el masculino contiene al
femenino).
Cuesta entender
esta manera de redactar, cuando, por otra parte, el DRAE especifica hasta la saciedad qué defectos, peinados o incluso
que presuntas enfermedades son exclusivamente o sobre todo femeninas. En las cuatro
acepciones siguientes, que tratan concretamente del físico en mujeres y hombres,
de la configuración del cuerpo humano, se puede ver cómo se hace especial hincapié
en las mujeres.
ajamonarse. 1. prnl. coloq.
Dicho de una persona, especialmente de una mujer:
Engordar cuando ha pasado de la juventud.
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forma. 18. f. pl. Configuración del cuerpo humano, especialmente
los pechos y caderas de la mujer.
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pendón2, na. 2. m. y f. Mujer cuyo comportamiento es considerado
indecoroso. U. c. insulto.
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escurrido, da. 1. adj. Dicho de una persona, y especialmente de una mujer:
Estrecha de caderas.
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Una pregunta pertinente
sería la de por qué razón en estas cuatro definiciones son necesarias especificaciones como “especialmente de una mujer”
o expresiones similares y no lo son, en cambio,
en las tres anteriores (Lledó, Calero y Forgas 2004, cap. 3). Este comportamiento errático y poco riguroso muestra que la importancia
concedida por el diccionario tanto a las experiencias de las mujeres como a las
propias mujeres es escasa; se podría decir que incluso está teñido de una cierta
violencia contra las mujeres.
En efecto, es difícil
pensar que sea más necesaria la aparición del adverbio “especialmente” y la mención a las mujeres en las cuatro últimas acepciones que en
la de maltratar, sobre todo teniendo en cuenta que el mismo DRAE
utiliza dicho adverbio en algunas ocasiones para hablar de otras relaciones entre
mujeres y hombres. Lo hace, por ejemplo, en la definición de bragazas, “1. m. fig. y fam.
Hombre que se deja dominar o persuadir con facilidad, especialmente por su mujer”.
Es evidente que si se define maltratar como “1. tr. Tratar mal a alguien de palabra
u obra”, se podía haber definido bragazas
como “Hombre que se deja dominar o persuadir con facilidad” a secas, sin especificar
nada más. Hubiera sido más coherente.
La incoherencia del DRAE se
pone de manifiesto a lo largo de otras definiciones que hablan de las agresiones
y de los diferentes tipos de violencia con que se machaca sobre todo a las mujeres.
Así, siguiendo la
manera de definir de bragazas y no la de maltrato, maltratar o malos tratos, la entrada forzador dice: “1. m. Hombre que hace fuerza o violencia
a otra persona, especialmente a una mujer”, es decir, se hace hincapié en que la agresión la puede
recibir mayormente una mujer (si se hubiese seguido, por ejemplo, el criterio
de maltratar, la definición tendría que
haberse acabado en la expresión “otra persona”).
La desexualización de las agresiones
Parece que la intención
del DRAE (a pesar de lo que se ha visto en las entradas
forzador y bragazas), es presentar como neutras otras agresiones sexuales, es decir, seguir
la tónica de la serie dedicada al maltrato. Así lo muestran las dos siguientes
formas compuestas que la Real Academia ha introducido por primera vez en su diccionario
en los artículos agresión y abuso respectivamente.
agresión. agresión sexual.
1. f. Der. La que por atentar contra la libertad
sexual de las personas y realizarse con violencia
o intimidación es constitutiva de delito.
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abuso. abusos sexuales. 1. m. pl. Der.
Delito consistente en la realización de actos atentatorios
contra la libertad sexual de una persona sin violencia
o intimidación y sin que medie consentimiento.
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De entrada, se trata de unas definiciones en las cuales
no se subraya que tanto en las agresiones como en los abusos sexuales la mano
ejecutora suele ser masculina. En ninguna de las dos se menciona esta recurrencia
ya que vemos que se usa, bien en singular, bien en plural, una palabra genérica
como “persona” con lo cual el sexo de la víctima queda enmascarado.
Esta desexualización de las agresiones también se puede ver en
una serie de tres definiciones donde quien comete la agresión también se elide
y donde la víctima aparece bajo otra palabra, en principio, genérica. Se trata
ahora de la expresión “alguien”.
forzar. 3. Poseer
sexualmente a alguien contra su voluntad. |
fuerza. 12. f.
Violencia que se hace a alguien para gozarlo. |
violar2. 2. tr. Tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad
o cuando se halla privado de sentido o discernimiento. |
Las tres han sido
modificadas sustancialmente respecto a la penúltima edición (por ejemplo forzar era: “3. Gozar
a una mujer contra su voluntad”, con una víctima, pues, claramente
femenina). Se constata, por otra parte, que la Real Academia decidió también en
esta entrada cambiar “gozar” por “poseer”, rectificación que mejora sensiblemente
en concreto esta redacción, pero que hace especialmente doloroso que no haya optado
por hacer lo mismo en fuerza, donde se mantiene el “gozar” de la anterior edición.
También extraña
que en cinco definiciones, dos de las cuales son nuevas y las otras tres sustancialmente
modificadas, la Real Academia haya optado por dos criterios distintos, al redactar
las definiciones con las palabras “personas” o “persona” y otras veces con “alguien”.
Se trata de un proceder algo errático.
De todos modos, quizás la clave está
en averiguar si la Real Academia percibe realmente como genérica una palabra como
“alguien” (Lledó, Calero y Forgas 2004, cap. 2). Hay indicios de que no es así, que seguramente
por puro androcentrismo, cuando aparece una expresión
como “alguien”, por defecto se imagina que sólo puede encubrir a un hombre, le
cuesta imaginar que podría tratarse de una mujer. Esta falta de imaginación se
puede percibir en entradas paralelas que describen características de mujeres
y de hombres, como en las siguientes unidades fraseológicas.
mujer. ser mucha mujer. fr. Ser admirable por la rectitud
de carácter, por la integridad moral o por sus habilidades. |
hombre. ser alguien mucho hombre. fr. Ser persona de gran talento e instrucción
o de gran habilidad.
|
De
pasada diré que para las mujeres se destacan cualidades morales, y capacidades
y destrezas imprecisas, en cambio, en los hombres, se resalta el mucho talento,
el elevado nivel de conocimientos o la gran pericia: toda una declaración de principios
sobre lo que se piensa y se valora en unas y en otros. Asimismo, “hombre” remite
a “persona” (una asimilación parecida a la que ya se ha visto en capanga),
en cambio “mujer”, no, ¿quizás porque el colectivo femenino, al entender de la
Real Academia, no puede ocupar ese espacio humano?
De todos modos, lo que interesa es
la no muy sutil distinción formal en la manera de presentar las unidades fraseológicas:
el contorno “alguien” que se da a la forma compleja masculina, no existe en la
femenina, por tanto, este “alguien” de nueva planta es, en realidad, un sustituto
de “hombre”. Esta manera de proceder pone bajo sospecha la creencia de que “alguien”
en el DRAE sea un término genérico que
pueda referirse a ambos sexos, puesto que el modo como se usa deja entender que
es tan sólo masculino, ya que se está refiriendo a los hombres, y pensando exclusivamente
en ellos. Este fenómeno se puede observar en otras formas complejas de los artículos
mujer y hombre.
De otras y distintas
violencias
Sobrevuela a este breve repaso la
sospecha de que las propias maneras de proceder constituyen en sí mismas violencia
contra las mujeres.
No me refiero al
hecho de que el DRAE entre sus páginas, aparte de las que se han visto,
se niegue a modificar alguna definición que liga violencia con mujeres, como es
la siguiente, “furor. furor uterino. Pat. Deseo violento e insaciable en la
mujer de entregarse a la cópula”, que mantiene
contra viento y marea aunque la Real Academia ha sido reiteradamente
advertida. Sólo quiero destacar un rasgo de esta presunta
definición: que la violencia sexual (puesto que de “deseo violento” se habla en
esta definición) se atribuye a las mujeres (con los hombres como víctimas), cuando
el más elemental principio de realidad indica que las agresiones sexuadas son
básicamente un crimen masculino. Pero no, no me refiero tan sólo a esto.
Me refiero, si vamos a lo cuantitativo,
a la proporción de mujeres y de hombres que pueblan sus páginas, a la obsesión
que muestra de especificar, especialmente si es peyorativa, alguna característica
humana en las mujeres, me refiero a decidir que “alguien” es equivalente a “hombre”,
u “hombre” a “persona”..., es decir, a las distintas y variadas maneras de expulsar
o invisibilizar, de despreciar a las mujeres en la lengua,
mecanismos que generan una cierta violencia hacia este colectivo.
Esta sospecha se agranda si se tiene
en cuenta que la Real Academia decidió no incluir, en cuanto a la violencia se
refiere, palabras que tienen que ver con la experiencia femenina, estoy pensando
en un término perfectamente documentado como “clitoridectomía” que es la palabra que nombra una brutal agresión
que actualmente sufren millones de mujeres
en el mundo, o que, siguiendo el mismo proceder que con maltrato y maltratar,
introdujera una definición de infibulación insuficiente y poco clara (“f. 1. Acción y efecto de
infibular”), sobre todo teniendo en cuenta que la definición de infibular es la siguiente: “1. tr. Colocar un anillo u otro obstáculo en los órganos genitales
para impedir el coito”.
O, que en otro orden de cosas, la
Real Academia decidiera no incluir otro vocablo también profusamente y bien documentado
como es monoparental. ¿Tendrá algo que ver en esta negativa el hecho de
que hay más familias monoparentales a cargo de mujeres que de hombres?
Estamos, por omisión o por mala redacción, delante
de una serie de mecanismos que conforman el androcentrismo
lingüístico. Y la mirada androcéntrica, sesgada, parcial
y partidista sobre la realidad es una forma más de violencia, puesto que además
pone límites al imaginario y al orden simbólico, puesto que limita lo pensable
y lo decible.
Eulàlia Lledó es doctora en Filología
románica y profesora del IES Les Corts
de Barcelona. Forma parte del grupo Nombra. Se
dedica a la investigación de los sesgos sexistas y androcéntricos
en la lengua y en la literatura, lo que la ha llevado
a publicar diversos libros y artículos sobre diccionarios,
análisis del discurso académico, prensa (especialmente
la referida a los malos tratos) y libros de texto.
Referencias
bibliográficas
Eulàlia Lledó
(coord.), M. Ángeles Calero y Esther Forgas. De mujeres y diccionarios. Evolución de lo
femenino en la 22ª edición del DRAE. Madrid: Instituto de la Mujer, 2004.