volver > m u j e r y c u l t u r a v i s u a l-
ISSN 1697-8218-----
- ----------------

LA ESCRITURA INVISIBLE, EL OJO CIEGO Y OTRAS FORMAS(FRAGMENTADAS) DEL PODER Y LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN INTERNET


Remedios Zafra

Resulta imprescindible un constante ejercicio de alerta política, pero también la agudeza visibilizadora de las mentes creativas para poner en escena los más sutiles y escondidos efectos de las formas de dominio que se asientan en el orden social, efectos materializados mediante estrategias de invisibilización (normalización de la violencia simbólica) así como mediante estrategias de ceguera (ver con los ojos de otro). Resultan imprescindibles la política y la creatividad porque la violencia no descansa, constantemente revisa sus pilares y recoge las ganancias de su efectividad en la inscripción del poder en los cuerpos sexuados y, ahora también, en la reiteración de sus códigos sobre los nuevos agentes que nos representan (o que somos) en un mundo en red. Estos ejercicios creativos y políticos advierten de que en un contexto postcorpóreo se siguen escondiendo formas de dominación sexual y continúan normalizándose estrategias de ceguera hacia el acto mismo de violencia simbólica y real contra la mujer.

Tan eficaz es esta tendencia a la repetición (y por efecto también a la normalización) que para la labor del artista y del activista político (feminista) en Internet que se enfrenta a las formas de dominación sexual, no valdría solamente con una "mirada"con intención visibilizadora, sería necesario ir más allá del descubrimiento de escrituras encriptadas (invisibles) en las estructuras y en los hábitos on line, se precisaría también superar los trances de la ceguera, es decir los dilemas de toda posición del discurso donde se actúa simultáneamente como objeto y sujeto reflexivo, de manera que al estar incluidos en aquello que queremos delimitar incorporamos de forma inconsciente estructuras de orden masculino como estructuras de percepción (sería entonces una ceguera provocada por mirar a través de los ojos de otro).

Si lo que se nos muestra como normal es sólo el resultado de un esfuerzo reiterado de normalización (un cometido político y moral tradicionalmente asumido por las instituciones) toda empresa creativa o política que pretenda movilizarse contra los mecanismos de una normalización androcéntrica y patriarcal se enfrenta a la resignación que alimenta el propio sistema en su repetición inconsciente, a su visión esencialista de la diferencia de los sexos y, también, a la ceguera de quien no puede mirar con sus propios ojos.

Recordar que lo que, en la historia, aparece como eterno sólo es el producto de un trabajo de eternización que incumbe a unas instituciones (interconectadas) tales como la Familia, la Iglesia, el Estado y la Escuela, (...) (siendo estos conceptos abstractos simples designaciones estenográficas de mecanismos complejos que tienen que analizarse en algún caso en su particularidad histórica), es reinsertar en la historia, y devolver, por tanto, a la acción histórica, la relación entre los sexos que la visión naturalista y esencialista les niega.1 Pierre Bourdieu

Ésta sería por tanto una forma de creatividad política que no puede sino apelar a todos los que realizan lecturas esteganográficas (que no estenográficas) del mundo, no por la evidencia conformista de una tendencia a la perpetuación de la violencia simbólica mediante formas de escritura invisible y de ceguera consentida, sino por la resistencia ante la directriz histórica que las mantiene. Esta pauta no deja a salvo ningún rincón por joven que pueda parecer, ninguna tecnología, ninguna ciencia, quedan al margen de la hegemonía masculinista y de sus estrategias de normalización. Es más, son las ciencias y las tecnologías objeto de nuestra máxima sospecha. No resulta extraño que el sistema haya habilitado en la misma ciencia mecanismos que garantizan la preeminencia de estas escrituras invisibles, cuya parcialidad nunca es reconocida ya que casi todo avance masculino ha sido condecorado con el privilegio histórico de "ciencia objetiva" sin que ello suponga otra cosa que una coartada para actuar, como sugiere Haraway, desde el filtro de una "ideología abusiva"2.

Desde la producción creativa y política en la red se advierte del mantenimiento (soterrado o explícito) de los ejercicios de poder y vulnerabilidad sexual basados en dicha norma histórica, y de ello se deriva una dificultad añadida, el uso de lo nuevo como bandera de un cambio ficticio. Lo más reciente siempre se intenta mostrar como algo inocente, neutral y sin ideología, por lo que anima a descansar de la desconfianza habitual con que, desde el feminismo, solemos enfrentarnos a otros medios visiblemente lastrados y jerarquizados por una ideología máquina patriarcal.

Si bien es cierto que en sus primeros años Internet fue considerado por la mayoría de las mujeres usuarias como una oportunidad para la acción política efectiva (su estructura desjerarquizada parecía idónea para ello), la red no ha resistido a la escritura invisible y al ojo ciego del poder patriarcal y sigue reiterando modelos de dominación, amparados en muchos casos por el arrojo que da el anonimato y por los procesos autorregulatorios de aquéllos que ven que las identidades históricamente fuertes y las situaciones de dominación y poder reaccionarias que las mantienen se desmoronan. El carácter horizontal del medio que es constantemente invocado como hábitat apto para la deconstrucción y desjerarquización de lo que somos, no sugiere sólo la materialización de las energías creativas de los individuos en nuevas formas de emancipación, en muchos casos no actúa sino como disfraz de la repetición y la sublimación del derrumbe del poder androcéntrico.

Las formas en las que esta repetición favorece un cultivo de situaciones de dominación hacia las mujeres son diversas, desde las maneras en que se precariza y feminiza el teletrabajo (convirtiendo el hogar telemático en una cárcel digital) y la escasa presencia de la mujer en el liderazgo de las industrias informáticas y tecnológicas hasta las formas de representación de los cuerpos y las identidades sexuadas en Internet, en todos estos casos una ideología patriarcal subyace y actúa.


ESCRITURA INVISIBLE

Debe haber alrededor de dos millones de personas, en su mayoría mujeres, pero varones también, que se cortan con navajas. ¿Por qué? No tiene nada que ver con masoquismo o impulsos suicidas. Es simplemente que no sienten ser personas reales, de modo que la idea básica es que sólo a través del dolor y cuando se siente la tibieza de la sangre es posible volver a conectarse.3 Slavoj Zizek


Vivir en un mundo cada vez más virtualizado tiene su contrapartida en una cierta apología del sentir físico del cuerpo. Paralelamente a la inserción de todos en un universo facticio y digitalizado parece producirse un movimiento en sentido contrario. Zizek cita "la passion du réel" de la que habla su amigo Alain Badiou para referirse a esta tendencia (una "realidad sin realidad" que caracteriza todo el siglo XX), según la cual para tener conciencia de "lo real" ya no basta con tocar los objetos y pellizcar los cuerpos, las experiencias más reales serían aquéllas especialmente violentas, corporales y extremas, capaces de contrarrestar el exceso de artificialidad de un mundo prefabricado. Un proceso que aparentemente tiene algo de autorregulatorio, de homeostático, mediante el que intentar recuperar la sensación más corporal y física en un mundo donde "lo real" parece estar ausente. Girar el volante cuando el coche va a toda velocidad invocando un accidente, como los protagonistas de la película Crash de Cronenberg, llevar hasta la muerte la práctica sexual como Sada Abe y Tatsuya Fuji en El imperio de los sentidos de Oshima (citada por Zizek) serían algunos ejemplos.

Estas derivas aluden a los procesos por los que ante cualquier tipo de sobredosis (de pantalla, de cuerpo,...) se genera, automáticamente, una respuesta en sentido contrario intentando neutralizar un sentimiento de "pérdida". Son justamente estos mecanismos homeostáticos mediante los que se autorregula un estado expuesto a la interacción del medio, los que nos interesan para situar nuestra argumentación sobre la escritura invisible como forma fragmentada de violencia de género en Internet. Estos mecanismos que parecen darse varias veces al día y a distintas escalas en lo que hacemos y en lo que vemos, acontecen con especial intensidad en aquellos territorios donde los protagonistas sienten que pueden estar perdiendo algo valioso (el control sobre la mujer, en el caso de la violencia de género). Su acción tiende a la conservación y al mantenimiento de un estatu quo que se ve amenazado. Así en las relaciones entre sexos (relaciones de poder) podríamos pensar que estos procesos de autorregulación están actuando constantemente y en distintos grados para asegurar la pervivencia de una primacía androcéntrica y patriarcal, serían procesos de "normalización" del poder. Sin embargo, no cabe la confusión, esta tendencia a la autorregulación no estabiliza un sistema equilibrado y simétrico entre los sexos, sino que apuntala un sistema mítico ritual que revela una profunda asimetría entre los sexos y los géneros.

El principio de la inferioridad y de la exclusión de la mujer, que el sistema mítico-ritual ratifica y amplifica hasta el punto de convertirlo en el principio de división de todo el universo, no es más que la asimetría fundamental, la del sujeto y del objeto, del agente y del instrumento, que se establece entre el hombre y la mujer en el terreno de los intercambios simbólicos, de las relaciones de producción y de reproducción del capital simbólico, cuyo dispositivo central es el mercado matrimonial, y que constituyen el fundamento de todo el orden social. Las mujeres sólo pueden aparecer en él como objeto o, mejor dicho, como símbolos cuyo sentido se constituye al margen de ellas y cuya función es contribuir a la perpetuación o al aumento del capital simbólico poseído por los hombres.4 Pierre Bourdieu


¿No es para muchos maltratadores la radicalización de un sentimiento de propiedad sobre sus parejas una manera de contrarrestar los posibles intentos de emancipación e independencia (económica, laboral, personal) de "sus" mujeres? Desde aquellas inolvidables sentencias de algunos de los considerados ilustres pensadores de nuestra cultura, que condenaban en sus púlpitos, en sus libros, en "su" historia a la mujer, proclamándola esclava del hombre por su "debilidad física y mental"5, hasta las más mediáticas y todavía contemporáneas frases de maltratadores ("la maté porque era mía"), siempre subyace en todas estas "sentencias de muerte" (real o simbólica) una advertencia, un mandato desde el poder, como intentando almacenar un excedente de avisos por si a alguien se le ocurre desnivelar o desjerarquizar la situación hegemónica. Esta advertencia (materializada en la sangre, en el golpe, en la palabra) no puede ser entendida como un hecho concreto y aislado, cada golpe es una cita. En la violencia de género, el abuso mediante la palabra o el cuerpo no es nunca un suceso singular, cuando se produce se rememoran todos los actos de esa índole que le preceden. En su pronunciamiento (verbal o físico) cada una de las muertes, heridas o abusos hacia las mujeres de todas las culturas, de todos los tiempos, están presentes. En la reiteración se arraiga y se fortalece el acto de dominación de manera que a veces es necesario sólo un gesto para advertir lo que procede (o puede proceder). Una palabra, un tono de voz, se convierten entonces en metafóricamente performativos, su mera enunciación (a veces incluso sólo la intuición de su presencia, su preámbulo, como el comienzo de una cita que todos tenemos memorizada) produce aquello que significa: la violencia como forma de autorregular una situación de poder.

¿Podría una enunciación performativa tener éxito si su formulación no repitiera una enunciación "codificada" o iterativa o, en otras palabras, si la fórmula que pronuncio para iniciar una reunión o para botar un barco o para celebrar un matrimonio no se identificara de alguna manera con una "cita"? (...) en tal tipología, la categoría de intención no desaparecerá, tendrá su lugar, pero desde ese lugar ya no podrá dominar la totalidad del escenario y el sistema de enunciación (énonciation).6 Jacques Derrida

Cada abuso no es sólo un posicionamiento que reafirma la identidad del sujeto que domina sino que reafirma la identidad del (la) que escucha, renovando los lazos de dependencia y sumisión (reciclando los ojos del otro), estabilizando el sistema y recordando el lugar que en el juego del poder le sigue correspondiendo a cada uno. La repetición de estas situaciones de violencia se convierten para los protagonistas que las viven en algo terriblemente "normal", en su planteamiento ambos se identifican de manera que las escrituras que los producen se convierten en invisibles.

En su pronunciamiento la violencia disimula sus orígenes y las convenciones primeras por las que el hombre demostraba (la que pensaba era) su superioridad física y mental. Sin embargo, la violencia también es un efecto de la materialización del sexo en los sujetos, la materialización de su historicidad que convierte esta violencia en algo estructural. De hecho, esta consideración (estructural) ha supuesto ampararla bajo la denominación de asunto "privado". Aquello que contribuye al sostenimiento de un régimen de valores y a la conservación de las formas convencionales de relaciones de parejas y familias, escudando muchos comportamientos violentos bajo el calificativo de "normales" y cuando, por alguna circunstancia, traspasan "la puerta de la calle", vuelven (en voz baja) a su consideración de "asunto privado" ("cosa de parejas", "cárcel disfrazada de amor"). Si lo privado no se publica se convierte en una escritura invisible o, lo que es lo mismo de cara al mundo, se anula.

Puede que en este punto, la red tenga algo más que decir. ¿Acaso un medio como Internet donde lo privado converge con lo público no ofrece nuevas maneras de entender la invisibilización de conflictos personales recluidos al ostracismo de "lo privado"? No se trataría solamente del "ojo que todo lo ve" y de que las webcams invadan nuestras casas convirtiendo la cocina en lugar de encuentro público, también se trataría de que los filtros para que lo público llegue sin pátina homogeneizadora a lo privado (y viceversa) son más viables en una red donde el usuario también produce y distribuye información. Además no podríamos menospreciar el cambio que "lo privado" mismo está sufriendo en las últimas décadas de lucha feminista y de activismo artístico. Si lo importante para una sociedad androcéntrica es mantener unos mecanismos de control para que la situación no se tambalee, desde el arte feminista en Internet se pretende visibilizar y subvertir dichos mecanismos. De hecho, obras de net.art como el monumento a las víctimas de la violencia doméstica Parthenia (www.parthenia.com) de Margot Lovejoy operan justamente en esta confluencia, entre otras formas, haciendo públicas las historias de violencia privadas. U obras como Mithic Hybrids (www.premamurthy.net/project_mythic.html) de Prema Murthy donde, tomando como referencia el trabajo de mujeres en empresas de microelectrónica del sur de Asia y examinando (como una ficción) la narrativa colectiva de sus memorias, obsesiones y miedos, también se visibilizan y subvierten, en este caso, los mecanismos de la búsqueda en la red y los "filtros" que relacionan a la mujer con la tecnología. En el territorio político en el que ambas propuestas actúan encontraremos, sin duda, las más interesantes muestras de net.art.

Sin embargo, esta lectura que se plantea como posibilidad creativa y feminista de acción tiene ya sus respuestas más escépticas en la hegemonía camuflada en Internet que sigue repitiendo (sobre todo a nivel de participación y representación de la mujer) las mismas formas unívocas de escribir la historia que siempre hemos visto. Puede que ese espíritu conservador cuya pátina envuelve a la misma estructura de poder tenga su mayor aliado en los mitos que sustentan a la violencia considerada estructural. De hecho, los mitos sobre los géneros transmitidos históricamente forman parte esencial de las estructuras patriarcales donde se desarrolla y se mantiene la violencia de género, mitos cargados de perversas consignas "azules y rosas", cuyo destino se impregna de mensajes implícitos sobre lo que "podemos ser" en el mundo. No habría que mirar muy lejos, las imágenes y las narraciones que dan forma al imaginario colectivo esconden formas de resistencia del patriarcado, formas de violencia y sometimiento de la mujer salvaguardadas (sin ironía) tras la aparente ficción del relato y la artificialidad de las imágenes. Esta denuncia de la mitología implícita o, en muchos casos, descarada, en las grandes obras se plantea también en obras de net.art como The Intruder (http://www.calarts.edu/~bookchin/intruder/) de Natalie Bookchin donde realiza una irónica relectura de la "propiedad" y la "violencia contra la mujer" en el cuento homónimo de Borges La Intrusa.

Estas mitologías no desaparecen en Internet, en muchos casos incluso se amplifican, de manera especial en los videojuegos y en los negocios del sexo que inundan la red. El fortalecimiento de estereotipos y la violencia sobre el "cuerpo" virtual que recrea a la mujer es algo cotidiano en el ciberespacio. Una nueva forma de dar rienda suelta a las respuestas que genera el modelo patriarcal en el que sustentamos nuestros valores socioculturales, un modelo que sigue apoyado en una buena relación del hombre con el sexo y una todavía reprochable relación de la mujer con el mismo, de manera que ésta (la mujer) termina siendo considerada en la mayoría de las situaciones míticas de los videojuegos o en las lucrativas empresas del sexo, como mercancía y objeto sexual mientras que el hombre consume, mantiene y financia como sujeto activo dicho sistema.

La necesidad de repetición de estas conductas y en ella de identificación de quién manda y quién no, quién actúa como sujeto y quién se convierte en cosa, vendría a sugerirnos algunas otras lecturas. El hecho de que esta situación de dominio y en muchos casos de violencia (simbólica o real) se repita, nos hace pensar que no viene dada como algo propio de los sujetos sino que necesita reafirmarse para mantenerse, es decir, no es estática. Si el sexo es una "práctica reguladora que produce los cuerpos que gobierna"7, la violencia es uno de los mecanismos de que se vale para producir los cuerpos. Si la materialidad es el efecto del poder, es en su proceso cuando la heterosexualidad masculina del consumidor y del programador de videojuegos acentúa los límites que marcan su estereotipo y su posición hegemónica, los exagera como quien intenta contrarrestar un mundo (más allá de las pantallas) que empieza a denunciar la caducidad de esa posición, es decir, que sitúa a la heterosexualidad masculina hegemónica en una posición de crisis. La necesidad de exagerar y reiterar estos comportamientos no sería sino la señal de que la materialización del sexo en el cuerpo mediante prácticas discursivas no es un proceso inmóvil y cerrado en el individuo, sino que, tal como sugiere Butler, esta materialización nunca sería completa, de forma que los cuerpos nunca terminarían de aceptar esas determinaciones. Visibilizar las inestabilidades de este proceso dinámico que inciden en la posibilidad de rematerialización del sexo, podría hacer tambalear el propio sistema hegemónico que las produce.

Si en el cuerpo físico se marcan las heridas de la violencia, las que se producen literalmente por un maltrato físico, en el cuerpo virtual pueden producirse las heridas de la posible enunciación contradictoria del sujeto (es decir las inestabilidades del proceso dinámico) cuando uno se rebela contra la identidad estereotipada (dominante o sumisa) que sólo el perverso juego del poder puede generar. Únicamente en los espacios facticios de la representación y la artificialidad como el arte y como el medio digital podríamos visibilizar y hacer convivir estas contradicciones. Recordemos si no la obra de vídeo I am Milica Tomic de Milica Tomic, donde la presentación de la protagonista a partir de sucesivas identidades excluyentes (cuya pronunciación anula a la anterior) se materializa en la representación de heridas físicas en el rostro. Visibilizar esta incompatibilidad sólo es posible en el territorio de la artificialidad. Los estigmas de la identidad sexual también causan heridas (las que provoca el poder). Yvonne Volkart 8 sugería que sólo la tecnología digital es capaz de crear estas heridas. En el espacio digital tanto los cortes como el cuerpo son artificiales y por lo tanto compatibles. La situación es metafórica. La pretensión de las identidades reproducidas no está grabada en los cuerpos pero, no obstante, el cuerpo se encuentra ante la paradoja de ser cuerpo y símbolo simultáneamente. También es real el sujeto articulado sobre un cuerpo vulnerable, el sujeto como fragmento de uno de estos fantasmas.

EL OJO CIEGO (ver con los ojos de otro)

¿Por qué deberían nuestros cuerpos terminar en la piel o incluir, en el mejor de los casos, otros seres encapsulados por la piel?9 Donna Haraway

Las netianas nacemos de experiencias vitales, pero somos formas radicales de reencarnación.10 Netiana

"Ver con los ojos de otro" tendría en la argumentación que planteamos aquí y en el territorio concreto de Internet un doble sentido. De un lado "ver con los ojos de otro" alude a una de las características del sometido ante cualquier tipo de violencia de género, es decir el dominio de la mirada que vuelve ciegas a las víctimas. Una mirada según la cual la mujer maltratada proyecta y observa desde el rol que le ha sido impuesto en una situación de violencia reiterada. Una característica descriptiva de este tipo de mirada sería el sentimiento de culpa que la hace sentir la auténtica responsable de la violencia que otros ejercen sobre ella (ver a través de los ojos del maltratador). Sin embargo pensar en la violencia de género en Internet, nos sugiere un segundo sentido, una lectura singular de la relación intersubjetiva interfaceada propia de Internet. "Ver con los ojos de otro" aludiría a la posibilidad de escapar de esos "ojos postizos" impuestos por la ideología dominante y mantenidos por el espíritu reaccionario de las instituciones, liberarnos de los ojos a través de otros muchos ojos posibles, mediante ejercicios no esencialistas de liberación temporal del cuerpo. No se trataría de una terapia, aunque "ponerse en el lugar del otro" suele generar situaciones de comprensión y tolerancia del "otro" que cualquier agente mediador en un conflicto recomendaría, se trata del propio ejercicio creativo de "darse forma a sí mismos".

Sin embargo, las dificultades de esta producción del sujeto en red no podrían ser menospreciadas. Si lo visible es lo garante de la definición social, si la definición social del cuerpo es fruto de un trabajo social de construcción y reiteración, es decir de un ejercicio de visión e identificación, y ésta es además fruto de una jerarquización social de los cuerpos, ¿qué pasa cuando el cuerpo físico "no está", no convencionalmente? ¿qué sucede cuando la noción más básica de la identidad sexual queda aplazada (potencialmente travestida) detrás de un pantalla? El cuerpo, o la corporización del sujeto, sugiere Braidotti, "no debe entenderse ni como una categoría biológica ni como una categoría sociológica, sino más bien como un punto de superposición entre lo físico, lo simbólico y lo sociológico"11. Atendiendo a esta lectura, la materialidad de la diferencia sexual no estaría limitada al cuerpo físico, de la misma manera que el poder no está concentrado en lugares fijos. La base de la mayoría de redefiniciones feministas de la subjetividad pone énfasis en la estructura sexualmente diferenciada y corporizada del sujeto hablante, éste es el punto de partida para numerosos proyectos epistemológicos de la subjetividad. Por ejemplo, para Braidotti replantear las raíces corpóreas de la subjetividad es el punto de partida para iniciar su proyecto epistemológico del nomadismo, lo cual nos lleva a observar que para la cualidad nómade del sujeto en red (cuya identidad sexual y demás características escritas en el cuerpo, son entonces artificiales y potencialmente cambiantes) este enfoque antiesencialista sería clave en el enlace de la materialidad de la diferencia sexual al cuerpo en Internet. Un carácter nómada de las identidades puede ser entonces una manera eficaz para liberarnos del ojo ciego. Sería un ejercicio creativo, sin duda, mediante el que podemos ponernos "en" los ojos de otro valiéndonos de cuerpos fluidos, inmateriales, desmontables, nómadas.

De hecho, aunque la máquina actúe como nuevo campo de inscripción de códigos sociosimbólicos que conversa con el cuerpo físico, la deriva por formas de presencia inmateriales donde se produce el sujeto on line, suscita un descanso del cuerpo (un descanso que parece redimirnos temporalmente del ojo ciego). Llegados a este punto, nuestros cuerpos en red no podrían ser entendidos como una categoría biológica, sí tal vez como una performatividad, una nueva variedad de cuerpos-verbo de apariencia múltiple y cambiante que al enunciarse están ya realizándose. En esta línea surgiría otra cuestión, si (recordamos a Butler) la práctica reiterativa y referencial mediante la que el discurso produce los efectos que nombra nos lleva a pensar en la performatividad de las normas reguladoras del sexo y, por consiguiente, en cómo éstas propician la materialidad de la diferencia sexual en función de la hegemonía (poder) heterosexual. En este contexto ¿cuáles serían los límites materiales y discursivos del sujeto en la red? ¿cuáles las nuevos formas de violencia "sin cuerpos"? En el mundo físico estos límites pueden venir establecidos por el efecto forzado del sexo, tal como sugería Butler en Cuerpos que importan 12, y de la misma manera que el sexo regula los términos que materializan los cuerpos se confirma la validez (o no) de éstos atendiendo a modelos hegemónicos. Pero, cuando las diferencias físicas y sus variables se difuminan o se anulan mediante la ocultación de los cuerpos podemos vacilar sobre el lugar que ocupan los límites discursivos y materiales del sexo en Internet. Podríamos entonces preguntarnos, "los cuerpos ¿qué importan?" en un medio donde el sujeto se produce a través de una interfaz ¿sería este proceso desmaterializador el propulsor de una nueva epistemología del sujeto también en lo referente al sexo? En este caso, parecería que el sexo no sería excluido de la esfera del cuerpo, sino más bien al contrario, el cuerpo sería excluido de la esfera del sexo, de su materialización ideológica en el género que, liberado, adopta fórmulas desmaterializadas y no esencialistas. En este contexto, el retorno perturbador no sería por tanto del sexo al cuerpo sino del cuerpo al sexo. Liberados temporalmente de los lastres que lo corporal nos plantea, la alternancia de procesos de desmaterialización y reencarnación afectaría tal vez a un nuevo horizonte simbólico.

De otro lado, aunque la materialidad sexual de los individuos está determinada por patrones hegemónicos heterosexuales en función de los cuáles se vinculan profundamente con las relaciones de poder, el hecho de que en Internet esta "materialidad" sea "desmaterializada" no nos preservaría de esta acción del poder, el territorio máquina-Internet no está exento de este dominio (de hecho, Internet es otra producción del poder). Y no lo está pese a habérsenos vendido como una utópica estructura horizontal y desjerarquizada. Si bien en los medios horizontales se establecen nuevas condiciones de relación intersubjetiva, también se da en ellos una relajación tramposa provocada por considerar que nuestra posición (en una red rizomática) es igualitaria a la del resto de sujetos en red. Sí serían distintas las formas de resistencia y acción y también las formas de poder. En este tipo de estructuras, las nuevas articulaciones del poder podrían ser representadas por la acción de pequeñas células móviles y dispersas, menos definidas pero que pueden ser igualmente eficaces en sus intentos de perpetuar los sistemas hegemónicos desde la industria tecnológica. Pero también en estas formas de asentarse el poder y la violencia radican las nuevas maneras de constituirse la resistencia al mismo (a sus estrategias de homogeneización y banalización, a la normalización de los mitos) pensemos si no en algunos de los más interesantes proyectos artísticos y políticos de Internet desarrollados por feministas: obn (www.obn.org) o subrosa (www.cyberfeminism.net), por ejemplo.

Sería necesaria, urgente incluso, la perspicacia creativa para releer y deconstruir la repetición y normalización de los mitos sobre los géneros en Internet. Pero esta acción no resultaría suficiente si no se produce, simultáneamente, un acercamiento de la mujer a los ámbitos donde históricamente se ha detentado el poder, justamente donde se ha realizado un trabajo remunerado y se ha ideado la tecnología. La infiltración del "otro" y la modificación de la esfera misma del poder serían fundamentales para subvertir la violencia de la escritura invisible y el ojo ciego en Internet. El poder tiene género y los mecanismos mediante los que se establece esta determinación son los mismos por los que se mantiene una situación de violencia fuera o dentro de la red. Sin embargo, la introducción del Otro mujer en el poder (y en consecuencia en el trabajo de ideación y liderazgo de la tecnología) no sería viable en la medida en que el poder no se feminiza, no ya en el sentido de promover cuotas mayores de participación, sino en el de cambiar la misma estructura y concepción del poder. Puede que sólo desde el reconocimiento y respeto del otro interior dentro de la heterosexualidad masculina que preserva su estatus, sería posible esta feminización (no podemos tolerar a los "otros" porque no podemos tolerar la otredad que hay en nosotros mismos, advertía Kristeva en "Extranjeros para nosotros mismos"13).

Este cometido no resulta simple. Si las tecnologías que se plantean neutrales no son sino producto y propósito de espectros del poder codificados cultural y socialmente, y están fuertemente reguladas a nivel ideológico y cultural, la lucha es particularmente difícil pues los espectros forjados y fortalecidos durante siglos de patriarcado forman parte de las tecnologías pero también de nuestras identidades y de nuestros cuerpos por lo que parecería que poco se puede hacer salvo sonreír con un tierno nihilismo que nos reconcilie (como mujeres) con nuestra más dulce y sumisa cualidad de obediencia y resignación mítica. La lucha es dura puesto que claudicar también es un efecto de la normalización del poder pero, indudablemente, al sujeto dominado le satisface (perversamente) la tentación de escapar de su libertad y convertirse en cosa, en esa posición uno se aleja del dolor que causa la responsabilidad vital de "darse forma a sí mismo". Con cierta distancia y con toda la resistencia a sucumbir a esta posición, vemos que los procesos de toma de conciencia y de emancipación de la mujer pasan por un acercamiento a los ámbitos donde históricamente se ha detentado el poder.

En el caso de la tecnología e Internet, este acercamiento se produce a partir de la incorporación laboral de la mujer a ámbitos distintos a los de la mera acción repetitiva mediada por máquinas (maquiladoras, tecleadoras y engranajes en los niveles más bajos de las cadenas de producción) y por el aumento del trabajo inmaterial mediado por redes de comunicación (teletrabajo). Esta emancipación de la mujer a través del uso tecnológico tiene distintas lecturas. De un lado, la determinación de distintos roles de los sujetos en función de su género (partiendo de su consideración como productores propia de un sistema capitalista) facilita la producción y el mantenimiento de los estereotipos de hombres y mujeres y las asignaciones que los sistemas tradicionales quieren conservar. Por otra parte, la reconfiguración de los espacios donde convencionalmente se han desarrollado y diferenciado las actividades públicas de las privadas, motiva la necesidad de repensar ambas esferas ahora unidas en un espacio donde también confluyen la producción, recepción y distribución de conocimiento. En este contexto, la tecnología digital puede ser, tanto un medio que promueva la emancipación de las mujeres, como un nuevo mecanismo de aislamiento en los espacios domésticos (de los que todavía muchas no han conseguido salir), en cuyo caso, Internet pudiera convertirse para las mujeres en una nueva cárcel, ahora digital.

A priori, el sistema marcado por el teletrabajo (agente activo en este proceso de aislamiento) parece generar un escenario de corte democrático que facilita la descentralización urbana, la desjerarquización empresarial, la horizontalización de las relaciones, la mejora en la calidad de vida del teletrabajador, la conciliación de la vida familiar y laboral y el abaratamiento de los costes para el empresario. Sin embargo, detrás de este escenario se ocultan importantes y, en ocasiones, conflictivas relaciones contractuales, sociales, familiares y políticas para la mujer. Los elementos que entran en juego en esta cuestión serían diversos. En primer lugar, el cuestionamiento de las esferas pública y privada donde convencionalmente tenía lugar de una manera diferenciada la actividad familiar (doméstica y privada) de la laboral (pública). Por otra lado, el cambio en las formas de relacionarnos en el trabajo a través de las redes. En ambos casos, aunque esta situación pudiera suponer la mejora de la calidad de vida del trabajador, así como la optimización de los trabajos a partir de la autogestión telemática de los mismos, también facilitarían una forma de violencia ("al capital le importa el género"14) en la explotación de los empleados (normalmente mujeres).

La escritura invisible y el ojo ciego estarían también presentes en estas estrategias del poder en Internet, generando un desajuste entre las posibilidades que la red sugiere (las que imaginamos) y la realidad (espectral) que nos es dada. Sin embargo, este desajuste no es más que un nuevo agente de los procesos de autorregulación que aseguran la pervivencia de una primacía androcéntrica y patriarcal. El desajuste no desestabiliza el proceso de normalización de la violencia sino que contribuye a sostener dicho sistema. Enfrentar esta situación requiere la acción aguda, irónica y visibilizadora de las mentes creativas, también un constante ejercicio de alerta política, pero además la generación de "tiempos para el pensamiento", capaces de resistir la velocidad de los medios, "tiempos" que nos ayuden a deconstruir el "fantasma" que envuelve ya, como pátina endurecida, las estructuras físicas y sociales donde se piensa y produce la tecnología, donde la escritura invisible y el ojo ciego nos dificultan advertir las viejas y las nuevas formas de violencia y dominación (con o sin cuerpos).

--------------------------------------------------------------------------------


1. BOURDIEU, P., La dominación masculina, Anagrama, Madrid, 2000, p. 8.
2. HARAWAY, D., "Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX". En Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Madrid, Cátedra, 1995, pp. 111-112.
3. Slavoj Zizek en REUL, S y T. DEICHMANN, "Entrevista a Slavoj Zizek. La medida del verdadero amor es: puedes insultar al otro", Spiked, http://www.spiked-online.com, traducción: Fernando La Valle, 2001.
4. BOURDIEU, P., op. cit. (2000), p. 59.
5. 'La mujer está sujeta a las leyes de la naturaleza y es esclava por las leyes de las circunstancias. La mujer está sujeta al hombre por su debilidad física y mental', escribió Tomás de Aquino, del que beben cada día algunos eclesiásticos para sus catequesis prematrimoniales. Tampoco se quedó corto Rousseau en pleno siglo de la Ilustración: 'La mujer está hecha para obedecer al hombre, la mujer debe aprender a sufrir injusticias y a aguantar tiranías de un esposo cruel sin protestar." G. BEDOYA, J. "Me matas y aún beso tu puñal", El País, 18-09-2002. Fuente: Asociación de hombres por la igualdad de género, http://www.ahige.org
6. DERRIDA, J., "Signature, Event, Context", en Gerald Graff (ed.), Limited, Inc., Northwestern University Press, Evanston, 1988, p. 18.
7. Foucault, citado en BUTLER, J., Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del "sexo", Paidós, Barcelona, 2002, pp. 17-18.
8. VOLKART, Y. "Tecnologies of Identity", en GRZINIC, M. y EISENSTEIN, A. (ed.): The Body Caught in the Intestines of the Computer and Beyond. Women's Strategies and/or Strategies by Women in Media, Art and Theory, Ljubljana/Maribor 2000. Traducción de Raymond Lang y Sílvia Garriga en: Habitar en (punto) net, http://2-red.net/habitar/tx/text_yv_c.html
9. HARAWAY, D., op. cit. 1995.
10. ZAFRA, R., Netianas. N(h)acer mujer en Internet. Colección Desórdenes, L.T. Madrid, 2005.
11. BRAIDOTTI, R., Sujetos nómades, Paidós, Barcelona, 2000, pp. 29-30.
12. BUTLER, J., op. cit. (2002), pp. 17-18.
13. KRISTEVA, J., Extranjeros para nosotros mismos, Plaza & Janés, Barcelona, 1991.
14. "Al capital le importa el género", rezaba una lúcida sentencia en la obra de vídeo de Ursula Biemann Performing the border (1999).

Marzo 2005